jueves, 13 de marzo de 2014

María García Torrecillas

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María García Torrecillas


María García Torrecillas, fue una enfermera cuya vida estuvo marcada por la Guerra Civil, el campo de concentración de la playa de Argelés, la maternidad de Elna, y el exilio forzoso. María nace en Albanchez (Almería) en 1916 en el seno de una familia republicana. Sus padres se preocuparon de que adquiriese unos estudios primarios en la escuela que el Ayuntamiento republicano había instalado en su pueblo. Ambos estaban educados  en los valores de la cultura laica republicana,  valores que transmitieron a sus hijos.

 Con 20 años se traslada a Barcelona junto a su hermana Carmen, a comienzos de 1936, donde ya estaba establecido otro hermano mayor. Fueron pocos meses hasta que se produjo el golpe militar que desencadenó la Guerra Civil. De trabajar en una fábrica de hilos, María tuvo que adaptarse a trabajar en una fábrica de armamento para la defensa de la República. Sus ideas políticas maduraron con la formación de la conciencia cívica, que le ofrecieron los nuevos espacios de sociabilidad que eran las fábricas barcelonesas. En sus horas libres, acudía a las enfermerías del Socorro Rojo donde atendían a los heridos y donde aprendió los principios básicos de los cuidados de urgencia.

Cuando Barcelona cae el 26 de Enero de 1939, se produjo la penosa huida hacia Francia, cuyas autoridades recibieron a esa legión de exiliados de la peor manera imaginable. Campos de concentración en las playas pasando mucho frío y rodeados por alambradas vigiladas por soldados a caballo que atemorizaban a los españoles. María relataba con estas palabras el infierno del campo de concentración de la playa de Argelés "Eran lo peor que se puede imaginar. Allí no teníamos nada: arena, agua y alambre. Eso era el campo de concentración. Mucha miseria, mucha hambre, mucho frío y muchos parásitos que ya no sabías cómo quitártelos”.

 En ese contexto tan inhóspito, María quedó embarazada de su compañero Teófilo. No era el escenario ideal para experimentar la maternidad, hasta que de forma casual se  cruzó en su camino, Elizabeth Eidenbenz, una enfermera suiza, de la Asociación de Ayuda Suiza a los niños víctimas de la guerra que al comprobar el drama humano de tanta población refugiada se lanzó a buscar recursos creando, un hospital maternal en una antigua mansión en Elna, cerca de Perpignan. Elizabeth le ofreció su centro para dar a luz y le cambiaría la vida a María, ya que de simple paciente se convertiría en activa enfermera, y mano derecha de Elisabeth  en su gran labor humanitaria. Mientras su compañero Teófilo emprendía rumbo al exilio Mexicano, nace Felipe, su único hijo. Y a partir de entonces, María comenzó a trabajar cuidando recién nacidos sin mirar el reloj. Ejerció también de nodriza ya que muchas madres por las condiciones de desnutrición, el estado psicológico en la que se encontraban, no tenían leche para amamantar a sus hijos. 

La maternidad era un espacio de comunicación y pedagogía donde las refugiadas y las gestoras del centro aprendían idiomas que mutuamente impartían, además de dar lecciones de educación materno-infantil dirigida a las madres. Aquí las diferencias sociales no existían. Por encima de la raza, creencias o estatus social, tenían en común el haber sobrevivido a los terrores de la guerra, pero también las unía el aprendizaje, la necesidad paz y de protección mutua. El grupo de españolas era mayoritario, pero  el comienzo de la 2ª Guerra Mundial, atrajo cada vez más, a un máyor número de judías procedentes de Polonia, Noruega, Alemania, perseguidas por los nazis.

Durante las ocasiones en que la Gestapo inspeccionó el Centro en búsqueda de madres judías, María se implicó directamente con Elisabeth, en su protección. Ambas ocultaron los verdaderos nombres de las refugiadas judías y el de sus hijos, registrándo a éstos con nombres españoles. Fue como la "Lista de Schindler", pero protagonizada exclusivamente por mujeres. Dos años y medio estuvo María en Elna, donde nacieron en unas aceptables condiciones higiénicas 597  niños que, de otra manera, habrían tenido muchas dificultades para sobrevivir.

 María quería reencontrarse con su compañero Teófilo en México y decide marcharse con su pequeño Felipe. Llegan a México en 1942, pero se encuentra con una desagradable sorpresa. Su compañero tenía ya una nueva familia.Pero pronto sale a relucir su coraje y rápidamente recibe el apoyo de la creciente comunidad de exiliados españoles que le facilita trabajo como enfermera en una maternidad, donde volvería a asistir a cientos de madres españolas. María conoce a otro exiliado español José Fernández, con quien acaba casándose y conviviendo felizmente durante medio siglo.

 En  México en 2006,  decide publicar en a sus 90 años, un libro con sus memorias titulado Mi Exilio, en  una necesidad de hacer justicia recuperando la memoria histórica. Esta obra permite adentrarnos, desde un enfoque de género, en la reconstrucción de la historia de la vida cotidiana de las republicanas españolas en el exilio, donde sobrevivir se hace posible, gracias a un minucioso plan de solidaridad diseñado por las propias mujeres y llevado a cabo con la ayuda de otras, a quienes no les afectaba directamente las represiones fascistas.

Después de más de 60 años de exilio, la voz de María García Torrecillas, se escuchó por primera vez en 2005 al homenaje que se hace en Barcelona a su buena amiga Elizabeth Eidenbenz. En 2007 recibe la medalla de oro de Andalucía, gracias a la iniciativa del Grupo de Investigación Sur-Clío, de la Universidad de Almería, al presentarla como candidata. María murió el pasado 9 de febrero de 2014 en México, siendo su vida un ejemplo de mujer coraje y dedicación a los demás.


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