lunes, 24 de marzo de 2014

Contratación en origen de temporeras marroquíes: Retorno asegurado



Temporeras-trabajo-inmigración-Marruecos
Existe una inmigración basada en la fórmula de la contratación en origen, que trata de buscar braceras extranjeras que se desplazan a trabajar a la campaña de la fresa en Huelva, con un contrato ya firmado, tras haber sido seleccionadas en su país. La agricultura onubense, es una agricultura intensiva, con gran inversión en insumos, que necesita de una gran mano de obra, sobre todo para el periodo de recolección. 

 El perfil demandado de estos contratos en origen, en los últimos años, es el de una mujer marroquí, de origen rural, de edad media y con cargas familiares. Entre los motivos de contratar a este tipo de trabajadoras, según los productores agrícolas y la organizaciones agrarias, se debe a que  según dicen “dan menos problemas”,“son más trabajadoras”y “tienen más posibilidades de retorno” en especial si poseen cargas familiares, que los trabajadores varones.

Esta situación, ha derivado en la configuración de un mercado de trabajo, con unos  requisitos relacionados con la vida familiar y reproductiva de las inmigrantes, que rozaría la inconstitucionalidad, si de ciudadanas nacionales españolas se tratara, y parece gozar de total legitimidad en el caso de las mujeres extranjeras. Antes de que se consolidara esta preferencia por temporeras  femeninas, se produjo el abandono de la mano de obra local en la recolección de la fresa, por motivos que tuvieron que ver con un ascenso en las aspiraciones laborales y en los logros educativos de los autóctonos, y que fue cubierto por trabajadoras de países de Europa del Este. Las principales razones a partir del 2006 hacia la contratación de temporeras de Marruecos, fueron la entrada en la Unión Europea, primero de Polonia y más tarde de Rumania y Bulgaria, y que hace temer al empresariado onubense, un desplazamiento de estas trabajadoras hacia otros destinos europeos.

Entre las causas que se citan para la contratación de las trabajadoras musulmanas, se encuentran las que se identifican, con actitudes estereotipadas consideradas ventajosas para el trabajo, como que “no salen, no beben, etc.”. Lo que tratan es de buscar una mano de obra poco conflictiva, que presente un alto rendimiento en el trabajo y retorne a su país al finalizar la campaña. Igualmente, cuando se producen incumplimientos en el contrato por parte de las trabajadoras, éstos se relacionan rápidamente con conductas “inmorales” como salir con hombres o ir de fiesta.

 Muchas de estas temporeras, residen en las explotaciones donde trabajan, lo que dificulta una verdadera separación entre la vida laboral y la vida privada. En este contexto, los comportamientos de las trabajadoras en su tiempo libre, se valoran a la hora de medir el potencial rendimiento del trabajo. De esta manera, confluyen tanto los intereses del empresariado agrícola con las políticas migratorias utilitaristas, tanto del estado español como de la Unión Europea, que prefieren esta modalidad de contratos para que las mujeres  inmigrantes no lleguen a asentarse en el territorio.

 Las temporeras marroquíes no tienen apenas relación con los autóctonos y autóctonas, exceptuando a  jefes y compañeros de trabajo,  no pueden lograr una mejora laboral ascendente, y su estancia en los campos onubenses se revela incompleta y falta de derechos.

Esta modalidad de contratación, se puede decir que, instituye la transnacionalización de la precariedad, ofreciendo de manera legal, condiciones precarias a personas provenientes de contextos también precarizados en su país de origen. Sin embargo, su justificación y su defensa,  ha venido dada al presentarla como un modelo de emigración legal y ordenada, calificado de gestión ética de los flujos migratorios, e incluso de mecanismo de lucha contra la pobreza en los países de origen. La diferencia salarial existente entre Marruecos y España, hace que se acepte las condiciones de trabajo y la disponibilidad, por parte de estas trabajadoras. Pero una mirada atenta permite matizar dicho optimismo y  dar cuenta de cómo los procesos de división internacional del trabajo del capitalismo globalizado, se sustentan sobre las desigualdades de género, clase y nacionalidad existentes.

En los últimos años, con el endurecimiento de la crisis, se han ido reduciendo los cupos para este tipo de contratos, pasando de emplear en la campaña 2007/2008, casi 40.500 trabajadoras y trabajadores procedentes de Marruecos, a 2.000 en la campaña del último año. La prioridad, según la Comisión onubense de flujos migratorios, es contratar a temporeros y temporeras locales, para dar empleo a la gente parada de la comarca. Aquí se pone en evidencia otra vez, el marcado carácter utilitarista de la política migratoria, con la adscripción de estas trabajadoras a puestos de trabajos inestables y poco remunerados, y la incertidumbre sobre su participación en posteriores campañas.  

Tampoco se quiere romper definitivamente con el modelo de contratación en origen, que tanto trabajo ha costado imponer, debido al temor de que una vez se salga de la crisis, estos trabajos agrícolas lo dejen de hacer los temporeros locales, y de nuevo, el empresariado agrícola tenga que recurrir exclusivamente a la contratación en origen.

Fuente consultada: Movilidad transnacional, trabajo y género: temporeras marroquíes en la agricultura onubense. Juana Moreno Nieto




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