martes, 25 de octubre de 2016

¿Cómo afectan los estilos comunicativos de hombres y mujeres en el ámbito laboral?


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En muchas culturas, en todos los tiempos y desde edades muy tempranas, parece ser que existen una serie de características comunicativas  que son usadas preferentemente por las mujeres en su interacción diaria con las demás personas y otras características o rasgos comunicativos que son preferidos por los hombres, desarrollando de esta manera diferentes estilos de comunicación. Claro está que estos rasgos no son universales, ni se da en todas las culturas ni en todas las épocas. Tampoco se puede simplificar la cuestión afirmando que todas las mujeres o todos los hombres se comunican de igual manera.

Lo que se puede observar es que desde niños, el estilo masculino que caracteriza a la mayoría de los varones occidentales de clase media, es un medio de afirmación personal frente a las demás personas mientras se trasmite información. La conversación de un varón suele girar en torno a la dominación y a la competencia el deseo de afirmarse frente a las demás personas participantes, en la creencia de la auto-obligación de demostrar lo que ellos creen.

El dominio se negocia constantemente en la conversación.  Su participación se mide más por el tipo de intervención que por la demostración de atención. Los hombres están acostumbrados a hablar sin que otros hombres den señales de interés, o simplemente de escucha, ni hagan preguntas .Ésto no significa que no estén pendientes de sus palabras, simplemente no hacen gala constantemente de que están pendientes a la conversación, receptivos de la escucha.

La entonación fría y distante le sirve en su búsqueda de objetividad y distanciamiento, que consideran la apropiada para resolver problemas y  debatir temas .Con ello consiguen sonar como expertos en el  tema, pero no implicados emocionalmente en él, lo que creen que puede colaborar al mantenimiento de un estatus superior.
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Hacen alarde también de  una expresión aparentemente hostil de la solidaridad masculina. Las expresiones no estándar, los tacos y las formas vulgares muy coloquiales sirven para reforzar lazos de solidaridad masculina.

Por otro lado, el estilo femenino de comunicación  de las mujeres occidentales y de clase media, busca mantener relaciones de igualdad con las personas con las que interacciona. Esto revela que la mujer opta por el consenso, de ahí que suavice cualquier posible diferencia y minimice su posición de superioridad. Por esta razón, cuando toman decisiones, intentan hacer parecer que se trata de decisiones tomadas en conjunto, mediante preguntas que confirmen el consenso.

La afinidad les produce un intenso placer y no llevan bien defenderse de ataques por expresar sus ideas y son especialmente vulnerables a comentarios agresivos y situaciones que violen los códigos que ellas respetan.

 De ahí se deriva que prefieran el uso de una serie de recursos verbales y estilísticos que pretenden reconocer de forma explícita en su discurso a su interlocutor y que contribuyen a su vez a que el intercambio se vaya desarrollando de forma cooperativa, al menos, en apariencia.

Esta búsqueda de igualdad favorece rasgos como incluir en el inicio de la comunicación interrogaciones ¿Cómo fue ayer la presentación? ¿Has probado la nueva aplicación? Y terminar las frases con una entonación interrogativa o dubitativa e intercalar preguntas o exclamaciones en el discurso ajeno “no puede ser” o ¿qué hicistes?, todo con el fin de demostrar que existe interés en lo que el interlocutor dice.

“No porque no sientan seguridad en lo dicho, sino con el fin de preguntar la opinión de su interlocutor/a o que esta persona se sienta incluida en el mensaje. Es como decir, “mi opinión no está cerrada, puede cambiar si deseas añadir algo, podemos compartirlo o comentarlo”.

 La jactancia es cuidadosamente evitada, de hecho se habla poco de los logros personales y a veces se recurre a la modestia para minimizar diferencias con otras personas. Otra característica es la alabanza ajena. Acuden a los cumplidos y halagos con una función de solidaridad y reconocimiento más que de genuina admiración

Las niñas utilizan una entonación más expresiva, cambios de timbre más frecuentes y asociados, y la entonación final de las respuestas suele ser ascendente. Las niñas y mujeres son más flexibles y más capaces de entonar y de enunciar según el contexto, adecuándose a la situación . Los niños tienden a una mayor monotonía, con timbres más graves a mantener el tono, y han sido socializados para mostrarse más contenidos en su entonación para no revelar sus sentimientos, y no parecer vulnerables. Su cultura comunicativa les lleva a convertir la entonación en un recurso de poder, fríos, distantes e inexpresivos.

Por todo lo expuesto anteriormente se sostiene que “el estilo femenino es cooperativo mientras que el estilo masculino es competitivo.  Se trata de las orientaciones generales de uno u otro discurso , no de la personalidad femenina o masculina”.

Pero ¿Por qué surgen estos dos estilos comunicativos?
 
Según Mercedes Bengoechea, sociolingüista feminista española, existen dos explicaciones del origen de la existencia de los estilos femeninos y masculinos. La primera es abiertamente sexista, y considera el estilo femenino el resultado de la incapacidad de las mujeres para expresarse de forma "adecuada" o “profesional”. La segunda aunque más bien intencionada achaca la diferencia femenina a la socialización de las mujeres en la sumisión. Ambas suposiciones sobre el origen de los códigos femenino y masculino dan por sentado que uno de los estilos representa a un grupo cuyo comportamiento corresponde a seres indefensos, sin capacidad de decisión e influencia social, temeroso de mostrar orgullosamente unas capacidades que habría aprendido a esconder.

El problema es que se analizan las diferencias en clave androcéntrica, es decir, desde una óptica masculina que considera valioso y adecuado únicamente aquello que realizan los hombres y la manera en que éstos lo realizan.

¿Cómo afecta estos diferente estilos comunicativos en los entornos laborales?

En muchos manuales y cursos se alienta a  las mujeres que quieran triunfar en el mundo laboral y acrecentar su credibilidad , a que cambien su estilo comunicativo , ya que debido a la hegemonía del código masculino, el comportamiento comunicativo de las mujeres en los ambientes laborales se juzga como señal de incompetencia, lentitud y  poca asertividad , es decir, se trata de minimizar las virtudes de comunicación de las mujeres, porque el patrón de medida siempre es el masculino.


De esta forma  las mujeres son frecuentemente juzgadas, valoradas, evaluadas y retribuidas mediante la aplicación de criterios masculinos de comunicación.

Es decir, el estilo masculino de comunicación e interpretación se ha constituido en hegemónico en el mundo laboral. Se ha institucionalizado dentro del espacio laboral hasta llegar a interpretarse, no como el mejor, sino como el único posible. Así sufren el desaliento las mujeres en las empresas.

En reuniones formales, en las que se toman muchas de las decisiones importantes, los hombres casi monopolizan los turnos de palabra, o los ocupan durante más tiempo que las mujeres.

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 También se han estudiado importantes diferencias entre mujeres y hombres en la forma de explorar y debatir ideas. Mientras ellos optan frecuentemente por un formato que podríamos denominar “combativo”, retador, de dura oposición crítica, ellas suelen preferir una negociación conjunta, y en caso contrario, llegan a sentirse abrumadas por lo que creen ambiente hostil, que toman como señal de que sus ideas son tenidas por poco valiosas, sintiéndose heridas personalmente.

Esta predilección femenina por los intercambios igualitarios y cooperativos es interpretada en los ambientes laborales , como falta de asertividad , de inseguridad o incapacidad para el liderazgo. Ni las mujeres son necesariamente sumisas, ni por mostrar su diferencia, utilizan armas de mujer , ni necesitan técnicas de asertividad.


Es importante subrayar  la idea de que no siempre el habla refleja de forma veraz un estado psicológico o emocional. Es decir, hablar de forma directa no implica forzosamente estar seguro de lo que se dice, sino parecerlo y evitar así la pérdida de credibilidad o autoridad.

Bengoechea, defiende que el estilo comunicativo de las mujeres ,forma parte de su forma de entender el mundo. Para ella la solución no es que las mujeres cambien su estilo comunicativo sino dotarlo de autoridad. De esta manera, cambiar la actual situación de desautorización profesional femenina, no tienen las mujeres que adoptar necesariamente el estilo y los hábitos que los hombres han consagrado, sino aprender a explotar las habilidades y actitudes que las mujeres han desarrollado en su experiencia como tales.

La alternativa es que la sociedad cambie y que se produzca un cambio en la valoración de los códigos lingüísticos. Las niñas están demandando que se las interprete en sus términos y no en los de los niños. Debemos de exigir que el estilo de la mujer deje de asociarse a una persona dubitativa, insegura o débil. Para ello tenemos que empezar por reconocer en el estilo femenino la voz de la autoridad femenina. Es bueno que se entrenen en decirse, pero no que se nieguen. Deben habitar el espacio laboral desde su estilo comunicativo y  si así lo desean, que aprendan los códigos ajenos para poder transgredirlos o seguirlos.


“Si el poder, la jactancia y la agresión se han considerado positivamente unidas a profesiones como la abogacía, la dirección de empresa, la política, las ventas y la profesionalidad en general, se trata de disociarlas de la competencia, eficacia y autoridad y dejarlas al desnudo”.


Fuentes consultadas

-          La comunicación femenina. Claves, desde la perspectiva de género, para entender que pasa cuando hablamos. Mercedes Bengoechea
-          Ni sumisas ni asertivas: Reflexiones sobre el estilo de comunicación femenino. Mercedes Bengoechea
-          Dime como hablas y te diré quien eres. Claudia Albarrán