viernes, 30 de mayo de 2014

La renta básica y "Una habitación propia" de Virginia Woolf


Renta-Podemos-economía
“Una carta de un notario cayó en mi buzón y al abrirla me encontré con que mi tía me había dejado quinientas libras al año, hasta el resto de mis días[…]Hasta entonces me ganaba la vida mendigando trabajillos en los periódicos, informando sobre una exposición de asnos o una boda; había ganado algunas libras escribiendo sobres, leyendo a ratos para viejas señoras, haciendo flores artificiales, enseñando el alfabeto a niños pequeños en un kindergarten[…]Pero lo que sigo recordando como un yugo peor que estas dos cosas es el veneno del miedo y de la amargura que estos días me trajeron.
 Para empezar, estar siempre haciendo un trabajo que no se desea hacer y hacerlo como un esclavo, halagando y adulando, aunque quizá no siempre fuera necesario; pero parecía necesario y la apuesta era demasiado grande para correr riesgos[…] Realmente, pensé, guardando las monedas en mi bolso, es notable el cambio de humor que unos ingresos fijos traen consigo. Ninguna fuerza en el mundo puede quitarme mis quinientas libras. Tengo asegurados para siempre la comida, el cobijo y el vestir […]No necesito halagar a nadie; porque nadie tiene nada que darme […] Desaparecieron el temor y la amargura y llegó la mayor liberación de todas, la libertad de pensar directamente en las cosas”.

 Una habitación propia.Virginia Woolf

Nadie mejor que esta gran escritora para narrar la filosofía que hay detrás de la renta básica desde el punto de vista de las mujeres, a la que la socióloga Antonella Corsani pone de manifiesto, cuando busca los fundamentos para la reivindicación de esta renta en los pensamientos feministas de principios del siglo XX.

 En su libro, Virginia Woolf, al reflexionar sobre la ausencia de escritoras, se pregunta qué condiciones son necesarias para la creación de una obra de arte, a lo que se responde que “Hay que tener quinientas libras al año y una habitación con un pestillo en la puerta para poder escribir novelas o poemas”. Es decir dinero propio y un espacio propio que transcienda la labor de parir y criar, de las tareas del hogar, que la sociedad patriarcal, ha impuesto tradicionalmente a la mujer, como proveedora de fuerza de trabajo para que el sistema pudiera seguir funcionando.

 Según teorías feministas, sería también una madre política, es decir, jugando un papel en la sociedad de gran relevancia, de lo cual la mayoría de las mujeres no son conscientes” Esto es, la función de madre cuidadora que es el único sentido de su vida, sin plantearse otras posibilidades de realización personal, explorando otras facetas que no fuera esa condición. Así se justificaría que cuando las mujeres acceden al mercado laboral, el sistema está organizado de tal manera para respetar las premisas del patriarcado,  poniendo  trabas y dificultades para que vuelvan al ámbito privado que se les ha asignado.

Pero ¿Qué entendemos por renta básica? Se define como "un mecanismo de redistribución de la renta mediante el cual se proporciona a cada persona, por derecho de ciudadanía, una cantidad periódica, lo suficientemente amplia para cubrir sus necesidades básicas". Su rasgo más distintivo es que es incondicional, es decir, se percibe independientemente que de cualquier otro ingreso que se perciba por otras vías; sin necesidad de tener empleo, haberlo tenido o aceptarlo, si les fuese ofrecido. No hay contraprestación a cambio, y como cifra aproximativa se propondría, el 100% de la cantidad que conforma el umbral de la pobreza.

Fundamentalmente, las mujeres que históricamente han tenido limitado el acceso a los recursos económicos, esta renta podría contribuir, en el caso de las amas de casa, a tener cierta solvencia económica, tomando conciencia para alcanzar cierta autonomía personal, y les daría seguridad para realizar o desarrollar otro tipo de inquietudes, y alcanzar una mayor independencia vital.


Por otro lado, muchas mujeres que realizan un trabajo precario y mal pagado, se plantearían el aceptar trabajos en la economía sumergida, valorando de esta manera las condiciones en que se realizan y el dinero que se pueda percibir. La renta básica supondría una tranquilidad económica para negociar condiciones más dignas en el trabajo.

Entre otras cosas, “el trabajo doméstico y los cuidados de familiares se valorarían como un bien social”. Supondría a su vez que aquellos trabajos que están feminizados y poco reconocidos, realizados por un salario mínimo y en condiciones precarias, como son el servicio doméstico, cuidado de personas, limpieza, entre otros, y tan necesarios para la sociedad actual, con la renta básica, tendrían que cambiar mucho sus condiciones económicas y de trabajo para que hubiera gente que los realizara.

En cuanto a la viabilidad de implantar la renta básica, Daniel Raventós, profesor de Economía de la Universidad de Barcelona, sostiene que sería totalmente viable, y donde la reforma fiscal se haría totalmente imprescindible, así como la lucha implacable contra el fraude fiscal. En Alaska donde lleva implantada hace años, los resultados han sido muy positivos y se han reducido las desigualdades sociales.

Para concluir, apuntar que con la renta básica muchas mujeres en dependencia psicológica y económica de otras personas, lejos de consolidar su papel subordinado y de atarlas al trabajo doméstico, serviría para mejorar su capacidad de elección en cuanto a asumir o no dichas tareas, siendo un instrumento de emancipación, que les otorgaría mayor autonomía.


Pensé que ahora es mucho más difícil de lo que debió ser hace un siglo decir cuál de estos empleos es el más alto, el más necesario. ¿Es mejor ser repartidor de carbón o niñera? ¿Es menos útil al mundo la mujer de limpiezas que ha criado ocho niños que el abogado que ha hecho cien mil libras? De nada sirve hacer estas preguntas, que nadie puede contestar. No sólo sube y baja de una década a otra el valor relativo de las mujeres de limpiezas y de los abogados, sino que ni siquiera tenemos módulos para medir su valor de momentoVirgina Wolf

@sibelo05


Fuentes consultadas:
-        Mujer y Renta básica. Guaditoca Blanco Rojas
-        Una habitación propia. Virginia Wolf
-   Laboratorio Feminista. Artículo de Antonella Corsani: Política de saberes situados. Emanciparse de la epistemología de la economía política y de la ciudadanía
-        La renta básica una medida contra la precariedad. Agustín Morán
 














lunes, 26 de mayo de 2014

La invisibilidad de las mujeres en la prevención y riesgos laborales



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La mayoría de los estudios sobre salud laboral se han realizado en clave masculina. Si nos atenemos a las características biológicas, no se han tenido en cuenta las diferencias entre sexos en la estructura ósea, masa corporal, o aparato inmune entre otras,  así como el impacto de estas diferencias en la exposición a productos tóxicos, exigencias físicas o estrés térmico. Pero tampoco se ha prestado atención especial a los condicionantes sociales.

Las mujeres han permanecido invisibles en los estudios de investigación pero también  en las dificultades  y riesgos que tienen en sus trabajos, así como en  la prevención y en la concepción de las políticas organizacionales de las empresas. “La salud laboral de las mujeres no equivale sólo a la salud reproductiva”. 

Cada vez hay más evidencias ciéntificas que apoyan la influencia que tienen determinantes sociales en la salud, principalmente la clase social y el género. Existe  una distribución desigual entre mujeres y hombres en las condiciones de empleo, que se traduce en mayor incidencia de trabajo precario, a tiempo parcial y desempleo en las mujeres, a la vez que ocupaciones en puestos menos cualificados, así como el desigual reparto del trabajo doméstico y familiar, que acaba produciendo un impacto diferente en su salud. 

En España, los escasos estudios apuntan a la existencia de una mayor proporción de mujeres expuestas a riesgos psicosociales y los hombres a riesgos físicos y lesiones por accidentes de trabajo. También se ha evidenciado, que esta desigual distribución varía en función de la clase social. La doble jornada  que tienen que soportar las mujeres, ya que suelen recaer en ellas las mayor parte de las tareas domesticas y familiares, alarga considerablemente su jornada laboral, sufriendo así estrés y fatiga. De esta manera, “son las mujeres con mejor posición  económica cuando intentan conciliar la vida laboral y familiar las que pueden costearse los recursos necesarios para hacerlo; en cambio las menos privilegiadas parece que financian la conciliación con su propia salud”.

Las mujeres laboralmente se concentran en un gran porcentaje en el sector servicios, educación y sanidad, altamente feminizados, que no se inscriben como prioritarios y cuando son menos prioritarios se realizan menos estudios científicos y de prevención, así como reciben menos inspecciones. Al estar más expuestas a los factores de riesgo psicosocial, se les asocian enfermedades que van desde lesiones musculo-esqueléticas, trastornos cardiovasculares, enfermedades infecciosas, gastrointestinales, enfermedades de la piel, asma y alergias, mentales-depresión y ansiedad- además de otras relacionadas con la salud reproductiva, como abortos y partos prematuros. Al ser diagnosticadas muchas veces como enfermedades comunes, se confunden con ellas desapareciendo el nexo de unión con el trabajo.

También hay riesgos laborales específicos de las mujeres, como son el acoso sexual y el acoso  por razón de sexo, así como la doble jornada. Por esta razón, es necesario un enfoque de género en la prevención y evaluación de riesgos laborales, ya que si no se hace se dejaría a una gran parte de la población con una situación de tratamiento injusto y con un total desconocimiento de lo que afecta a su salud laboral. 

 Habría que superar la cultura predominante de la prevención, que enfatiza sobre los riesgos de seguridad y los accidentes de trabajo, provocando que se prioricen los puestos de tra­bajo ocupados mayoritariamente por los hombres. Es necesario contemplar todos los puestos de trabajos, todos los riesgos y todos los daños. Mujeres y hombres están expuestos a diferentes riesgos laborales y por tanto las consecuencias sobre la salud son también diferentes. 

 Finalmente, hay que tener en cuenta que una de las herramientas básicas para reducir los riesgos psicosociales en las organizaciones, es el Plan de Igualdad, desarrollando medidas que garanticen la igualdad en la contratación, en la clasificación y valoración de los puestos de trabajo, estructura salarial, formación y promoción.

Es imprescindible que se oiga la voz de las  mujeres trabajadoras, mediante la participación como delegadas de prevención en la empresa, ya que la implicación directa visibilizará los problemas, así como la búsqueda de soluciones.

Fuente consultada:
-Salud y género: Perspectiva de género en la salud laboral: Pilar Rivas Vallejo

jueves, 22 de mayo de 2014

¿Qué frena y discrimina la participación e imagen de las mujeres en política?



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Durante buena parte de la historia de la humanidad, ha sido extendida la idea de que las mujeres no poseían las capacidades mentales suficientes para expresar su opinión frente a los asuntos públicos y menos para intervenir en política, aludiendo a que no eran aptas para los trabajos intelectuales.

 Durante mucho tiempo el espacio político ha sido dominado por los hombres, los cuales han escrito sus reglas de juego, y aún lo siguen haciendo. Las mujeres han luchado mucho para que se les reconocieran sus derechos políticos, como  el  derecho al  voto, y también a ser elegidas, pero como se puede comprobar actualmente la paridad entre hombres y mujeres en la vida política, aún no es una realidad. Además todavía se produce una preponderancia del “modelo masculino” en la vida política e instituciones, con normas, valores y tiempos típicamente masculinos.Desde el discurso y textos públicos se reivindica la necesidad de empoderar a las mujeres, pero más bien con un papel de receptoras más que de constructoras activas de tales programas. 

Este lastre histórico, de infrarrepresentación, de falta de modelos políticos femeninos, de la creencia que la mujer sólo servía para las tareas domésticas y no para los asuntos públicos, así como la doble jornada laboral que soportan, ha mermado la participación de las mujeres en política y la imagen de sus capacidades para representar a la población."La infrarrepresentación de las mujeres es un problema, porque es una señal de la mala calidad de la democracia, la falta de igualdad y de la escasa legitimidad de las instituciones políticas".

Actualmente representantes políticos y responsables  de instituciones  gubernamentales, sobre todo en campaña electoral, presumen de aplicar políticas públicas con perspectiva de género, pero algunos no saben muy bien como se digiere todo eso, y más cuando vierten manifestaciones abiertamente sexistas y androcéntricas.En la mayoría de ocasiones, los que se dedican a hacer política, no conocen realmente lo que son medidas de discriminación positiva, enfoque integrado de género o qué procedimientos se ponen en marcha para paliar las desigualdades que viven las mujeres. Están en una posición muy alejada, de los compromisos profesionales y morales, de las personas involucradas en la práctica cotidiana profesional por la igualdad de género.

 A pesar de que las estructuras siguen siendo muy masculinizadas y las formas de hacer política dificultan que las mujeres tomen el poder, tímidamente está aumentando la participación de la mujer que se aproximan a la política, ya que  disfrutan de mayores oportunidades para elegir en qué medida desean participar de una manera o de  otra, en este ámbito. Pero aunque los partidos políticos han incorporado a mujeres a sus filas, pocas encabezan sus listas electorales. Las imágenes de las cumbres internacionales están llenas de políticos con escasa representación de mujeres, dando la impresión de que las altas esferas de la política, es un terreno reservado sólo para  hombres.

Si representar significa actuar en beneficio de los representados y representadas, de un modo que responda a sus demandas, la decisión de elección viene condicionada por la capacidad que se les presupone a las y los representantes para cumplirlas. Difícilmente si en un discurso político se vierten manifestaciones machistas apelando a la superioridad masculina, por pura lógica, es bastante poco probable, que esa figura política pueda luchar a favor de medidas para alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres. Indiscutiblemente, se hará necesario en primer lugar, interiorizar que “ser diferente, no significa ser superior”.

Fuentes consultadas:
- El sexo excluido. Mujer y participación política. Juan José Escribano. Universidad de Murcia
- Género y representación política : los límites de la diferencia. Blanca Olivia Peña Molina
- Desigualdad de género en la política:Un análisis de los marcos interpretativos en España y la Unión Europea. Enmanuela Lombardo.