viernes, 27 de junio de 2014

El espacio urbano en clave de género

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Foto: Javier Vargas


La ciudad ha sido pensada por y para las hombres, basándose en el concepto de ciudadano- tipo, es decir una persona en edad productiva, adulta, con trabajo remunerado, que se mueve libremente por la ciudad, que no tiene responsabilidades domésticas y carece de problemas de movilidad.

Esta descripción justamente coincide con las características de las personas que conceptualizan, planifican y diseñan las ciudades, así como los que ostentan el poder económico y político.  Este patrón que solo se ajusta a un porcentaje pequeño de la población, no deja cabida y entorpece la vida de otras personas conforme se van alejando de estas características, invisibilizando y no teniendo en cuenta otras necesidades y formas de vida. En otras palabras, el eje central de la planificación de movilidad ha sido el trabajo productivo y remunerado y además la variable género estaba ausente en los informes.

El urbanismo actual obedece a una lógica economicista y todo lo demás aparece como subsidiario y superficial. Según Le Corbusier, arquitecto cuyas ideas de principio de siglo XX todavía están presentes en la disciplina urbanística actual, concibe el espacio fragmentado y ordenado en actividades y con usos especializados, residencial, industrial, comercial, educativo con un modelo único con diversas funciones, defendiendo que las necesidades humanas son iguales para todo el mundo. Este esquematismo no corresponde con las necesidades de la sociedad compleja y diferente como la actual en la que los nuevos retos son, la igualdad de oportunidades, el cambio climático, el envejecimiento, la exclusión o la sociedad de la información.  

La indiferencia es la forma más sutil de discriminación. Las mujeres no se sienten identificadas con el espacio, la vivienda, la ciudad y los sienten de manera diferente. El espacio no es neutro, condiciona, es activo y dinámico y puede contribuir a acrecentar la desigualdad por medio de barreras o a hacerlos más inclusivo, favoreciendo la integración social.

Las sociedades se han construido bajo la división sexual del trabajo y todavía permanece la escisión espacial de la esfera pública y privada, distinto para hombres y mujeres en función de los roles de género asignados, que ha tenido y está  presente a la hora de pensar y diseñar las ciudades.  Ésto hace que en las mujeres recaiga generalmente el trabajo reproductivo, invisible, no remunerado y en el interior de las casas, separadas del mundo exterior. Las mujeres realizan muchas labores que no sólo son para ella sino para otros, como el cuidado de personas mayores y los cuidados de la reproducción.

   
La ciudad olvida todo lo que tiene que ver con esta esfera. Sin embargo el urbanismo de género, piensa los espacios en la funcionalidad de la vida diaria, con gestos sencillos que no necesitan de gran inversión, como  disponer de suelo que facilite el desplazamiento de un carrito, aceras anchas, suprimiendo escaleras empinadas en los mercados donde las mujeres portan cargas pesadas, evitando ciudades no accesibles para niños que multiplican el cuidado infantil, así como la creación de  espacios diáfanos, seguros y accesibles que  inviten a pasear y a convivir.  

Las ciudades no son seguras para las mujeres. No hay ninguna regla que diga que no se puede salir por la noche, o transitar por ciertas zonas de la ciudad,  pero en la práctica, se muestran incapaces de pasear por esos lugares, llamados puntos negros, asumiéndolo como una opción personal, más que como un condicionante impuesto por la propia ciudad. Según la teórica del urbanismo Jane Jacobs “la máxima de la seguridad es la gente en la calle”. Esta premisa está en relación directa con la multiplicidad de actividades que se den en los barrios, y no se consigue con la segregación entre lo público y privado sino con personas habitándolos a todas horas, con espacios bien iluminados, visibles, con la disposición de bancos que miren hacia calles secundarias, así como oír y ser oído. A su vez, las tipologías de viviendas que se han diseñado en los últimos años, como las adosadas con jardines vallados y viviendas colectivas con garajes en semisótanos que miran hacia el interior, no guardan relación con las calles y crean viviendas ciegas y sordas.

Las pautas de movilidad son diferentes para hombres y para mujeres. Ellas hacen más desplazamientos con niños y cargadas, sus desplazamientos son más cortos, habitualmente por compras y fundamentalmente por tareas más asociadas al cuidado que por trabajo, tendiendo a vivir más cerca de éste . Viajan más fuera del horario punta ya que realizan en mayor proporción trabajos a tiempo parcial. Entre las mujeres también hay ciertas variables que influyen en el modo de desplazamiento como son la edad, la maternidad, situación laboral, lugar de residencia, discapacidad o pertenecer a determinada etnia.

Cualquier política de movilidad que se realice debe tener en cuenta el trabajo reproductivo y de cuidado, para el buen desarrollo de la vida humana y para el bien de la comunidad. Los transportes públicos tendrían que dar respuesta a la variedad de horarios del mundo reproductivo, que genera recorridos no lineales y no uniformes.

Se hace necesario un nuevo planteamiento urbanístico donde el personal técnico encargado de diseñar y planificar el urbanismo trabaje conjuntamente con la ciudadanía, en la definición de un modelo de ciudad que facilite la vida en vez de complicarla, incluyendo la igualdad, por género, edad, etnia y discapacidad,  en los planes urbanísticos . Si se quiere un urbanismo con perspectiva de género, se tiene que consultar a las mujeres en la planificación urbanística, porque “la forma en que vive la ciudad es distinta a la de un hombre, y por lo tanto lo que percibe también es diferente”, y además en la mayoría de las ocasiones son portavoces de las necesidades de la infancia y las personas mayores.

El reconocimiento de la aportación de las mujeres a la sociedad también debería estar presente en el espacio público, y un procedimiento efectivo sería nombrar estos espacios con nombres femeninos. Porque ya se sabe que “lo que no se nombra no existe”.

Twitter  @sibelo05

Fuentes consultadas:
-Guía de urbanismo con perspectiva de género. Marta Román e Isabela Vázquez. Instituto de la mujer de Murcia
- Seminario de Urbanismo inclusivo. Las calles tienen género. Vitoria Gasteiz.2012
- Reflexiones en torno a la vivienda y el derecho a la vivienda desde una realidad con espejismos. Zaida Muxí Martínez

viernes, 20 de junio de 2014

Techo de cristal y ceguera de género en la Universidad



Universidad-ceguera-género-cooptación
Artículo publicado también en eProform

 Cada vez hay más mujeres en las Universidades españolas, aunque su incorporación no se ha hecho de forma igualitaria, y es que actualmente se encuentran carreras muy feminizadas como Magisterio y Enfermería y titulaciones muy masculinizadas, como todas las Ingenierías. 

A pesar del aumento de tituladas hasta llegar a ser mayoría en la Universidad, no se ha producido un incremento proporcional en el número de mujeres entre el profesorado, estando infrarepresentadas en las cátedras y en los órganos de gobierno, donde su participación es muy reducida y son los hombres quienes ocupan la mayor parte de dichas posiciones. Las cifras hablan por sí solas: solamente existen 7 rectoras en toda España.

 Se puede afirmar que “el número de mujeres va disminuyendo conforme se sube en la posición de la estructura jerárquica que conforma la carrera femenina”, fenómeno que Maya Widmer ha llamado “leaky pipelin” o tubería agujereada: el conducto que lleva a las mujeres a los campos dominados por los hombres está agujereado. 

 Actualmente siguen vigentes procedimientos de promoción que surgieron cuando el acceso a la Universidad era solo accesible a los hombres y esto hace que los aspectos que influyen en la trayectoria profesional estén fuertemente arraigados en los valores masculinos, ya no sólo perjudicando a la de las mujeres, sino a su acceso  a puestos de responsabilidad en la institución. “Las élites que han sido tradicionalmente masculinas tienden a seguir siéndolo, ya que se re­producen en buena medida por cooptación y tienden a seleccionar a los que son de los suyos…”. Pero las dificultades de conciliación también afectan, ya que el cuidado de los hijos también interfiere claramente en la producción científica de las mujeres, como en sus posibilidades de promoción.
 
No sólo hace falta una presencia equilibrada de participación de las mujeres en las estructuras de las Universidades, sino que se destaca la necesidad de integración de la perspectiva de género en las disciplinas universitarias. A pesar del aumento espectacular de investigaciones en materia de género, a nivel docente no existe una oferta acorde con la cantidad de investigación y conocimiento desarrollado.  

La importancia y la necesidad de una formación en género en la educación superior, no ha tenido una incidencia directa en las aulas, ya que a pesar de los esfuerzos legislativos por introducir la igualdad y la no discriminación en la Universidad,  tanto  la docencia como en la formación que se sigue, están sujetas a la voluntad del profesorado y del alumnado con sensibilidad en estos temas. Así se queda en un compendio de buenas intenciones pero que pierde fuerza a la hora de medidas y acciones concretas para implantarlo. 

 Existe una ceguera en materia de género, por una falta de sensibilidad del profesorado y formación que le lleva a obviar los contenidos y materias a aplicar para trabajarlo, y en donde los profesionales que están interesados en introducir el género de forma transversal,  no encuentra materiales didácticos con perspectiva de género, donde existe una visión androcéntrica y un lenguaje sexista, encontrándose desorientados por falta de guías metodológicas y por  falta de apoyo en esta labor. Pero además de estas dificultades organizativas y materiales, y de la poca conciencia de género, existen  otras, como la falta de referentes y modelos a seguir para aplicar la transversalidad de género en la educación superior, o “la dificultad de los propios jóvenes para detectar la discriminación de género en sus propias vidas”. 

La  incorporación de los estudios de género en las disciplinas dotan al alumnado de un cuerpo teórico y metodólogico de interpretación de la realidad social. En carreras como derecho, ignorar los acuerdos internacionales en materia de igualdad, en economía el conocimiento del origen o la arbitrariedad de la división sexual del trabajo, o en psicología como se forman las identidades de los sujetos en función del género, deja al alumnado con una información incompleta y sesgada. En definitiva,cuando los alumnos y alumnas cursan materias de género ven la vida con gafas violeta”.
 
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Fuentes consultadas:
-  La ceguera de género en la Orientación Universitaria. Trinidad Donoso Vázquez y Ana Velasco Martínez
-   Tranversalización de género en la Educación superior. Ana Gabriela Buquet Corneto


miércoles, 11 de junio de 2014

La influencia de las religiones en la discriminación hacia las mujeres y la teología feminista



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En la vida de las mujeres ya sean creyentes o no creyentes, la religión continúa jugando un papel importante, bien directamente o a través de su influencia tradicional en la sociedad o el estado. 

En el caso de las religiones, bajo el argumento  de un orden divino y superior, se transmiten unos estereotipos de género basados en la superioridad del hombre sobre la mujer, propios de una cultura patriarcal, que ha llevado a un tratamiento discriminatorio hacia ellas, otorgándole un papel muy marcado como esposa, madre y ama de casa. Esto se refleja también en la discriminación hacia las mujeres en la forma de contar las religiones su origen e historia, en las normas que le impiden acceder a jerarquías de poder y a oficiar ciertos ritos, y a cumplir determinados códigos sobre comportamiento y vestimenta. La mayoría de las religiones se configuran patriarcalmente y acceden con dificultad a puestos de responsabilidad en las comunidades religiosas. El poder es ostentado por los hombres y a las mujeres solo le queda acatar su voluntad. 

Existen  distintas  formas de violencia de género hacia las mujeres, que son justificadas en el nombre de la costumbre o la religión y que impiden el acceso y el disfrute por parte de las mujeres de sus derechos humanos básicos.
 
 Según el teólogo Juan José Tamayo “las religiones han ejercido históricamente-y siguen ejerciendo hoy- distintos tipos de violencia contra las mujeres: física, psíquica, simbólica y religiosa”, y esto deja constancia en los textos sagrados. La imagen de la mujer casi siempre asociada al pecado en el ámbito judeo-cristiano y, por lo tanto, a la tentación, a la seducción y al peligro, debido a la tradición bíblica del libro del Génesis, que la culpabiliza del pecado original.

 “La mujer no es dueña de su cuerpo”.  Todas las religiones del mundo,  buscan controlar la sexualidad femenina y condenan de manera rutinaria la expresión y el disfrute de la sexualidad para las mujeres con mucha más severidad que para los hombres. De múltiples formas, no se les permite planificar la familia. Condenan todas las relaciones sexuales excepto la que se produce entre un hombre y una mujer, y en algunas sociedades aún pueden ser lapidadas por adulterio y/o asesinadas por los “crímenes de honor” y solo se reconoce la heterosexualidad. Pero existen otras formas más sutiles y menos espectaculares de intolerancia y discriminación que pueden ser más efectivas incluso para lograr la subyugación de la mujer, que las mantiene en su rol de fiel esposa y madre. La publicación del libro de “Cásate y sé sumisa” del Arzobispo de Granada es buen ejemplo de ello con frases como “Debes someterte a él. Cuando tengas que elegir entre lo que te gusta a tí y lo que te gusta a él, elige a su favor”.

Ante esta situación, hay muchas voces que han mostrado críticas y han actuado contra esta violencia y discriminación y que en nombre de la religión se justifican. Desde el loby europeo de mujeres, se viene denunciando desde hace algunos años su preocupación acerca de su percepción de “una mayor influencia de los argumentos religiosos sobre los gobiernos con respecto al papel de las mujeres y la igualdad de género, incidiendo en que se debe garantizar la separación entre Iglesia y Estado hasta donde sea necesario, para asegurar que las mujeres no se vean sujetas a políticas y leyes influidas por la religión, por ejemplo en el ámbito de la familia, el divorcio, y la ley del aborto”.  

Cuando se ataca a la mujer en su dignidad, ya no hay lugar ni para la soberanía ni para las especificidades culturales o religiosas. En la Declaración de Beijing, aprobada en 1995 en la IV Conferencia mundial sobre la mujer, se afirma que los derechos de la mujer son derechos humanos fundamentales y que todos los elementos específicos y particulares que esos derechos entrañan son propios de todas las mujeres, sin discriminación alguna y, por consiguiente, transcienden las diversidades culturales o religiosas

Por otro lado, desde dentro de las organizaciones religiosas, se han levantado voces críticas, tanto a nivel individual como colectivo, que utilizan interpretaciones y prácticas diferentes que desafían los roles tradicionales de género y las políticas económicas discriminatorias para promover la justicia y los derechos humanos.  

A mediados de los años 50, surge la teología feminista, que tiene sus antecedentes en los movimientos feministas de liberación de la sociedad norteamericana. La teología feminista se considera una teología contextual porque parte de las experiencias vividas por las mujeres. Tal reflexión coincide con el acceso de ellas a las facultades de teología. 

Su idea fundamental es la igual dignidad del hombre y la mujer. Es crítica de la sociedad patriarcal y de todas las normas, tradiciones y estereotipos que de ella se derivan. Parte del sufrimiento real de la mujer causado por la visión androcéntrica y propone la revisión radical de todas esas formas de opresión. Como dice Tamayo “utiliza las categorías de la teoría de género para deconstruir  y analizar críticamente las estructuras patriarcales y los discursos androcéntricos de las religiones, y reformular los grandes temas de las teologías de las religiones.  

En España, la monja Benedictina Teresa Forcade, que es teóloga y doctora en salud pública, además de especialista en medicina interna, en su libro “La teología feminista en la historia, recupera la trayectoria de mujeres que han vivido la confrontación entre el discurso público sobre Dios y su propia experiencia de Dios y que han tenido una actitud crítica con la discriminación en los distintos ámbitos que han sufrido las mujeres y cuya labor se ha olvidado en la historia, como Sor Isabel de Villena, Juana Inés de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, entre otras muchas que cita en su libro".

 Enmarca su nuevo trabajo en la "teología de la liberación” y aboga por una posición de la mujer dentro de la fe cristiana más empoderada y liberal, en el marco de una Iglesia Católica, criticando su postura misógina

Para ella la teología feminista es una teología crítica que nace de una idea de contradicción: ¿qué pasa con las mujeres? 

"En el Evangelio y en el encuentro con Dios descubro que son llamadas a una plenitud en nada inferior al varón, y en la sociedad y en la Iglesia descubro que tienen vedados ciertos ámbitos de una forma que yo considero injustificada." 

Según Forcade Dios ha creado a las mujeres y a los varones iguales en dignidad y afirma que "no es él quien considera a las mujeres menos espirituales que a los varones". También defiende que "Dios ha creado a las mujeres y a los varones con la misma capacidad de intervención en el ámbito público, y que no es él quien prohíbe a las mujeres el acceso a la política, a las profesiones remuneradas o al sacerdocio”. Así también afirma que “el Evangelio nos propone como referencia a un Dios que está más allá del sexo y del género

Cabe decir para concluir, que en este artículo no se cuestiona la fe, y se defiende la libertad religiosa de creer o no en un ser divino, o la opción de adherirse o no a cualquier religión, sino que tal como se expresa en el Informe y la resolución del Consejo de Europa sobre “Mujeres y religión en Europa” se defiende que La libertad de religión no puede aceptarse como pretexto para justificar las violaciones de los derechos de las mujeres, sean abiertas, sutiles, legales o ilegales, practicadas con o sin el consentimiento nominal de las víctimas – las mujeres.”

Fuentes consultadas:

- La religión y los derechos humanos. Informe de posicionamiento del Lobby Europeo de mujeres
- Teología de la mujer: Feminismo y género. Consuelo Vélez
-  Discriminación de las mujeres y violencia de género en las religiones. Juan José Tamayo.Fundación Carolina

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