Foto extraída del curso “Género y masculinidades” | de Omlem |
El
significado de “ser hombre” y “ser mujer” es diferente para cada persona,
situación que se explica a partir del proceso de socialización al que todas las
personas están expuestas desde temprana edad.
La socialización de los niños
en las sociedades patriarcales, proceso por el cual aprenden la forma de relacionarse con los
demás y las normas que permiten adaptarse a la sociedad, hace que se les asigne
un rol masculino, un rol prestigiado socialmente y relacionado con el ámbito
público. Así, la masculinidad como un estereotipo va asociada a ciertas
características como el poder, la fuerza, la agresividad, la violencia, la
competición, la virilidad, a soportar el
dolor.
Estas características no son innatas, son social y culturalmente aprendidas. La masculinidad sólo existe en contraste con la feminidad, y las relaciones entre los géneros se han dado y se dan en un contexto de jerarquía donde, las personas que poseen el género masculino se sitúan por encima de las que tienen el género femenino, quedando fuera otras categorías que no se corresponden con la dicotonomía masculino/femenino.
Estas características no son innatas, son social y culturalmente aprendidas. La masculinidad sólo existe en contraste con la feminidad, y las relaciones entre los géneros se han dado y se dan en un contexto de jerarquía donde, las personas que poseen el género masculino se sitúan por encima de las que tienen el género femenino, quedando fuera otras categorías que no se corresponden con la dicotonomía masculino/femenino.
Al varón se le desafía a que constantemente debe demostrar
que es “un hombre”. Prácticamente
todas las investigaciones sobre el género masculino insisten en la mayor
necesidad de los varones de demostrar públicamente su masculinidad,
y en la amplia variedad de contextos y situaciones en que lo hacen.
En el proceso de
constitución de la masculinidad predomina el código negativo sobre el positivo:
Los varones aprenden antes lo que no
deben hacer o ser para lograr la masculinidad, que lo que deben hacer o ser. Se
les enseña a no mostrar sus emociones: Un hombre no llora, no tiene miedo.
De esta manera se le desconecta de su sensibilidad. Se espera también que tengan una vida sexual muy activa y aprenden que
deben separar sus emociones del plano sexual, y que cuantas más relaciones
sexuales tengan con un mayor número de personas, más hombres serán.
La mayor mortalidad masculina no es causal
sino “masculina”. Las consecuencias de la educación masculina tradicional,
refuerza la idea de
que el cuidado propio y de otras personas, es femenino. Las estadísticas
dicen que se suicidan más hombres que mujeres en todo el mundo, porque no tienen
herramientas adecuadas para gestionar sus emociones. La dejadez en la
protección en las relaciones sexuales (vanagloriarse de hacerlo “a pelo”), el
exponerse a situaciones peligrosas en el trabajo y a largas jornadas en él, a
no decir que se está enfermo hasta que es demasiado tarde, son trampas mortales
para ellos. Principalmente, los jóvenes,
tienen a exponerse más a situaciones de riesgo, para demostrar que se tiene el
arrojo de un hombre mediante prácticas temerarias en la conducción de vehículos
y motocicletas, así como conducir bajo los efectos del alcohol.
Se puede decir que
una determinada forma de masculinidad, puede en un determinado momento cultural
e histórico, constituir la forma aceptada y utilizada de ser hombre, por encima
de otros modelos existentes, el cual se busca imponer de forma
hegemónica a todos los varones pertenecientes al grupo. De igual manera
existirían otras masculinidades subordinadas u otras formas de ser “hombre” que se alejarían de este modelo aceptado, y
que se marcarían como inadecuados o inferiores.
“Cuando un hombre es sensible, empático, se muestra vulnerable, sabe
consolar y busca consuelo, expresa sus emociones y no es competitivo,
automáticamente se aleja del modelo tradicional”.
Numerosos
estudios confirman la existencia en diferentes sociedades de "múltiples masculinidades"
y que no existe una sola masculinidad. Aunque haya pocos hombres que sigan
rigurosamente las formas exaltadas de patrones masculinos tradicionales, sí que
se beneficiarían de la ventaja que sacan los hombres de la subordinación de las
mujeres, es decir del mantenimiento del modelo, o por el contrario, no se beneficiarían en
absoluto.
En
los países occidentales patriarcales, basados en el predominio de la raza
blanca y la heterosexualidad, cuando los grupos marginados – mujeres, grupos étnicos y
homosexuales, reclamaron su derecho a la igualdad en los años sesenta, al
obtener más visibilidad y derechos, no sabían que también iban a tambalear las
bases donde se asentaban la construcción de la masculinidad del hombre blanco y
heterosexual.
Desde
los años 90, los medios de comunicación y muchas investigaciones se hicieron eco
de un hecho sociológico: el varón y la masculinidad estaban en crisis. Buen exponente
de ello fue, la gran cantidad de estudios sobre esta temática que se han
venido realizando. Al hombre postmoderno, ya no le sirven los modelos
tradicionales masculinos, se sienten inseguros en cuanto a “cual” es su papel
a medida que las mujeres cuestionan los roles que tradicionalmente se le han
asignado, reclamando la igualdad a todos los niveles. Pero en otro plano,
estamos asistiendo a un alarmante crecimiento de la violencia de género, y que
es indicativo que a nivel social algo no funciona bien.
Angels Carabí se pregunta ¿Qué es lo que se le está
escapando al varón de las manos que necesita recurrir a fármacos especiales o a
la fuerza bruta para afirmarse?¿Por qué el hombre necesita tener el control en
sociedades encaminadas a una clara política de igualdad de derechos? Lo más
probable es que el varón contemple el proceso hacia la igualdad como una
pérdida de poder y su virilidad.
Se hace indispensable el
cuestionamiento por parte de los hombres del tradicional modelo de masculinidad.
La masculinidad tradicional no es un
valor esencialista sino culturalmente construido, y porque es un constructo
social, es susceptible de ser modificada.
Siguiendo
a Angels Carabí, la mejor manera de actuar en un panorama así es empezar
con que el hombre reconozca su situación real. Es decir, se haga consciente de
hasta qué punto ha sido configurado por la construcción tradicional de la
masculinidad y cómo ésta ha supuesto una prisión incluso para él. La evolución del varón es crucial para la
transformación de la sociedad pues si el sujeto del patriarcado, el hombre y su
construcción de la masculinidad no varía, no cambia casi nada.
No se trataría de victimizar a los hombres, sino de
dotarles de que tomen conciencia de los peligros que también entraña la
educación sexista para ellos. Nombrar los inconvenientes sería una estrategia
para que valoren positivamente el cambio hacia la igualdad.
Cuestionar y deconstruir el modelo masculino
hegemónico y la forma en que se reproduce, de manera individual y colectiva, puede
ser un buen punto de partida para corregir los daños que el sexismo genera en
hombres y mujeres.
Es fundamental que los varones
tengan una posición activa y de denuncia, sobre la violencia contra las mujeres;
que entiendan y asuman que la realización de los trabajos domésticos y de
cuidado son también responsabilidad masculina y que puedan superar el
tradicional aislamiento de los hombres en el ámbito de las emociones. Un compromiso con este
cambio puede comenzar por utilizar los permisos de paternidad, reducciones de
jornada y excedencias.
Una apuesta por la
igualdad también conllevaría un cambio de actitud hacia otros hombres, a través
del reconocimiento de la pluralidad masculina, y de la diversidad de opciones
sexuales, manteniendo un compromiso firme contra la homofobia y la transfobia.
Trabajar otra forma de entender lo que
significa “ser hombre” no es un trabajo sencillo, pues requiere deconstruir en
poco tiempo lo que durante siglos nos han
venido contando.
Fuentes consultadas
-Nuevas
masculinidades. Marta Segarra y Ángels Carabí.
-Poder,
masculinidad y virilidad. José María Espada Calpe
-Los
hombres, la igualdad y las nuevas masculinidades. Emakunde: Instituto vasco de
la mujer
-Las fisuras del
modelo de masculinidad hegemónica y sus efectos sobre la cohesión social. Luis
Edmundo Gálvez