En muchas culturas, en todos los tiempos y desde
edades muy tempranas, parece ser que existen una serie de características
comunicativas que son usadas
preferentemente por las mujeres en su interacción diaria con las demás personas
y otras características o rasgos comunicativos que son preferidos por los
hombres, desarrollando de esta manera diferentes estilos de comunicación. Claro
está que estos rasgos no son universales, ni se da en todas las culturas ni en
todas las épocas. Tampoco se puede simplificar la cuestión afirmando que todas
las mujeres o todos los hombres se comunican de igual manera.
Lo que se puede observar es que desde niños, el
estilo masculino que caracteriza a la mayoría de los varones occidentales de
clase media, es un medio de afirmación personal frente a las demás personas
mientras se trasmite información. La conversación de un varón suele girar en
torno a la dominación y a la competencia el deseo de afirmarse frente a las
demás personas participantes, en la
creencia de la auto-obligación de demostrar lo que ellos creen.
El dominio se negocia constantemente en la conversación.
Su participación se mide más por el tipo de
intervención que por la demostración de atención. Los hombres están
acostumbrados a hablar sin que otros hombres den señales de interés, o
simplemente de escucha, ni hagan preguntas .Ésto no significa que no estén
pendientes de sus palabras, simplemente no hacen gala constantemente de que
están pendientes a la conversación, receptivos de la escucha.
La entonación fría y distante le sirve en su búsqueda de objetividad y distanciamiento, que
consideran la apropiada para resolver problemas y debatir temas .Con ello consiguen sonar como
expertos en el tema, pero no implicados emocionalmente en
él, lo que creen que puede colaborar al mantenimiento de un estatus superior.
Hacen alarde también de una expresión
aparentemente hostil de la solidaridad masculina. Las expresiones no estándar,
los tacos y las formas vulgares muy coloquiales sirven para reforzar lazos de
solidaridad masculina.
Por otro lado, el
estilo femenino de comunicación de las
mujeres occidentales y de clase media, busca mantener relaciones de igualdad
con las personas con las que interacciona. Esto revela que la mujer opta por el
consenso, de ahí que suavice cualquier posible diferencia y minimice su
posición de superioridad. Por esta razón, cuando
toman decisiones, intentan hacer parecer que se trata de decisiones tomadas en
conjunto, mediante preguntas que confirmen el consenso.
La afinidad les produce un intenso placer y no
llevan bien defenderse de ataques por expresar sus ideas y son especialmente
vulnerables a comentarios agresivos y situaciones que violen los códigos que
ellas respetan.
De ahí se deriva que prefieran el
uso de una serie de recursos verbales y estilísticos que pretenden reconocer de
forma explícita en su discurso a su interlocutor y que contribuyen a su vez a
que el intercambio se vaya desarrollando de forma cooperativa, al menos, en
apariencia.
Esta búsqueda de
igualdad favorece rasgos como incluir en el inicio de la comunicación
interrogaciones ¿Cómo fue ayer la presentación? ¿Has probado la nueva
aplicación? Y terminar las frases con una entonación interrogativa o dubitativa
e intercalar preguntas o exclamaciones en el discurso ajeno “no puede ser” o
¿qué hicistes?, todo con el fin de demostrar que existe interés en lo que el
interlocutor dice.
“No porque no sientan
seguridad en lo dicho, sino con el fin de preguntar la opinión de su
interlocutor/a o que esta persona se sienta incluida en el mensaje. Es como
decir, “mi opinión no está cerrada, puede cambiar si deseas añadir algo,
podemos compartirlo o comentarlo”.
La jactancia es cuidadosamente evitada, de hecho se
habla poco de los logros personales y a veces se recurre a la modestia para
minimizar diferencias con otras personas. Otra característica es
la alabanza ajena. Acuden a los cumplidos y halagos con una función de
solidaridad y reconocimiento más que de genuina admiración
Las niñas utilizan una
entonación más expresiva, cambios de timbre más frecuentes y asociados, y la
entonación final de las respuestas suele ser ascendente. Las niñas y mujeres
son más flexibles y más capaces de entonar y de enunciar según el contexto,
adecuándose a la situación . Los niños tienden a una mayor monotonía, con
timbres más graves a mantener el tono, y han sido socializados para mostrarse
más contenidos en su entonación para no revelar sus sentimientos, y no parecer
vulnerables. Su cultura comunicativa les lleva a convertir la entonación en un
recurso de poder, fríos, distantes e inexpresivos.
Por todo lo expuesto
anteriormente se sostiene que “el estilo
femenino es cooperativo mientras que el estilo masculino es competitivo. Se trata de las orientaciones generales de
uno u otro discurso , no de la personalidad femenina o masculina”.
Pero ¿Por qué surgen estos dos estilos comunicativos?
Según Mercedes Bengoechea, sociolingüista feminista española, existen dos
explicaciones del origen de la existencia de los estilos femeninos y
masculinos. La primera es abiertamente sexista, y considera el estilo femenino
el resultado de la incapacidad de las mujeres para expresarse de forma
"adecuada" o “profesional”. La segunda aunque más bien intencionada achaca
la diferencia femenina a la socialización de las mujeres en la sumisión. Ambas
suposiciones sobre el origen de los códigos femenino y masculino dan por sentado
que uno de los estilos representa a un grupo cuyo comportamiento corresponde a
seres indefensos, sin capacidad de decisión e influencia social, temeroso de
mostrar orgullosamente unas capacidades que habría aprendido a esconder.
El problema es que se analizan las diferencias
en clave androcéntrica, es decir, desde una óptica masculina que considera
valioso y adecuado únicamente aquello que realizan los hombres y la manera en
que éstos lo realizan.
¿Cómo afecta estos
diferente estilos comunicativos en los entornos laborales?
En muchos manuales y cursos se alienta a las mujeres que quieran triunfar en el mundo
laboral y acrecentar su credibilidad , a que cambien su estilo comunicativo ,
ya que debido a la hegemonía del código masculino, el comportamiento
comunicativo de las mujeres en los ambientes laborales se juzga como señal de
incompetencia, lentitud y poca
asertividad , es decir, se trata de minimizar las virtudes de comunicación de
las mujeres, porque el patrón de medida siempre es el masculino.
De esta forma
las mujeres son frecuentemente juzgadas, valoradas, evaluadas y retribuidas
mediante la aplicación de criterios masculinos de comunicación.
Es decir, el estilo masculino de comunicación e interpretación se ha
constituido en hegemónico en el mundo laboral. Se ha institucionalizado dentro
del espacio laboral hasta llegar a interpretarse, no como el mejor, sino como
el único posible. Así sufren el desaliento las mujeres en las empresas.
En reuniones formales, en las que se toman muchas de las decisiones
importantes, los hombres casi monopolizan los turnos de palabra, o los ocupan
durante más tiempo que las mujeres.
También
se han estudiado importantes diferencias entre mujeres y hombres en la forma de explorar y debatir ideas. Mientras
ellos optan frecuentemente por un formato que podríamos denominar “combativo”, retador, de dura oposición crítica, ellas
suelen preferir una negociación
conjunta, y en caso contrario, llegan a sentirse abrumadas por lo que creen ambiente hostil, que toman como señal de que sus
ideas son tenidas por poco valiosas, sintiéndose heridas personalmente.
Esta
predilección femenina por los intercambios igualitarios y cooperativos es
interpretada en los ambientes laborales , como falta de asertividad , de
inseguridad o incapacidad para el liderazgo. Ni las mujeres son necesariamente sumisas, ni por mostrar su
diferencia, utilizan armas de mujer , ni necesitan técnicas de asertividad.
Es importante subrayar la idea de que no siempre el habla refleja de
forma veraz un estado psicológico o emocional. Es decir, hablar de forma directa no implica forzosamente estar seguro
de lo que se dice, sino parecerlo y evitar así la pérdida de credibilidad o
autoridad.
Bengoechea, defiende que el estilo
comunicativo de las mujeres ,forma parte de su forma de entender el mundo. Para
ella la solución no es que las mujeres cambien su estilo comunicativo sino
dotarlo de autoridad. De esta manera, cambiar la actual situación de desautorización
profesional femenina, no tienen las mujeres que adoptar necesariamente el
estilo y los hábitos que los hombres han consagrado, sino aprender a explotar
las habilidades y actitudes que las mujeres han desarrollado en su experiencia
como tales.
La alternativa es que
la sociedad cambie y que se produzca un cambio en la valoración de los códigos
lingüísticos. Las niñas están demandando que se las interprete en sus términos
y no en los de los niños. Debemos de exigir que el estilo de la mujer deje de
asociarse a una persona dubitativa, insegura o débil. Para ello tenemos que empezar
por reconocer en el estilo femenino la voz de la autoridad femenina. Es
bueno que se entrenen en decirse, pero no que se nieguen. Deben habitar el
espacio laboral desde su estilo comunicativo y si así lo desean, que aprendan los códigos
ajenos para poder transgredirlos o seguirlos.
“Si el poder, la jactancia y la agresión se han considerado
positivamente unidas a profesiones como la abogacía, la dirección de empresa,
la política, las ventas y la profesionalidad en general, se trata de
disociarlas de la competencia, eficacia y autoridad y dejarlas al desnudo”.
Fuentes
consultadas
-
La comunicación femenina. Claves, desde la perspectiva de género, para
entender que pasa cuando hablamos. Mercedes Bengoechea
-
Ni sumisas ni asertivas: Reflexiones sobre el estilo de comunicación
femenino. Mercedes Bengoechea
-
Dime como
hablas y te diré quien eres. Claudia Albarrán
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