Durante siglos, la costura
estuvo considerada como un trabajo femenino en manos de las mujeres e
inapropiado para los hombres.
Las mujeres también
gozaban de cierto control sobre la moda como marchantes, generando mujeres
independientes y ricas, durante el antiguo régimen del París prerevolucionario.
Esta implicación de las mujeres en la parte
comercial del negocio, levantó suspicacias, y como en todas las profesiones
cuando se empieza a comprobar que se puede generar dinero, aparecen en el siglo
XIX nuevas ideologías que acaban recluyendo a las marchantes a la trastienda
“donde se permitía coser y confeccionar pero jamás dirigir y controlar”.
A esta situación hay que sumarle, la aparición
del modisto moderno, que a su vez contribuyó al desmembramiento paulatinamente
del control de las marchantes sobre el sistema de la moda.
La historia de la
industrialización dentro de la industria de la confección y del sector textil está
basada en un complejo sistema de explotación donde confluyen muchos factores.
“Poner al descubierto la industria de la moda, es poner al descubierto las
interconexiones entre clase, género, raza y etnia, conexiones que tienen raíces
históricas”. Phizacklea
Con la llegada de la
mecanización para la producción de telas, la producción se trasladó del hogar a
las fábricas, y los roles de género existentes en las casas se reprodujeron en
ellas. De esta forma, las mujeres y los niños eran empleados para hacer
funcionar los telares eléctricos y los hombres supervisaban. Esta división del
trabajo era también una división de salarios y de posición social, puesto que
los hombres ganaban más que las mujeres, que, por lo general, cobraban por pieza
producida.
La expansión del
capitalismo de «mercado-libre , ha supuesto una búsqueda continúa para un mayor
provecho de los fabricantes de la industria textil y confección, que siempre se
han alimentado del trabajo de los obreros más vulnerables, mujeres de clase
trabajadora, niños y nuevas poblaciones de inmigrantes.
Esta situación no parece
haber cambiado en años, con el desarrollo de las empresas trasnacionales, y con su política de deslocalización de su producción .Con la producción basada en la estrategia comercial del fast-fashion(el
fenómeno de la ropa desechable), se venden múltiples prendas baratas , que son
sustituidas con frecuencia.
Las maquilas,
fábricas de multinacionales mayoritariamente del sector textil, situadas
en las zonas francas de exportación, son
un buen ejemplo de ésto. Su plantilla formada principalmente por mujeres, está
expuesta a condiciones infrahumanas de trabajo, donde continuamente se violan los derechos humanos y laborales, en un ambiente insalubre, con grandes repercusiones para su salud.
Además, el trabajo en
casa, en pequeñas y hacinadas habitaciones, ha vuelto a estar en auge, afectando
en su mayoría a trabajadoras, lo cual, es
todavía una forma más barata de producir, ya que reduce los costes y aumenta los beneficios para las grandes corporaciones.
“La
industria de la indumentaria ha estado siempre contaminada por una nociva
criatura conocida como el taller explotador [sweatshop].
La palabra conjura
imágenes de lugares sofocantes y oscuros desvanes hacinados de mujeres y niños
trabajando sin parar durante la noche por salarios que escasamente les llegan para comer. [...]
Es la peculiar naturaleza de esta industria, cuyas condiciones pueden verse hoy en día más
o menos tal como eran hace cien años”. Howard
La Campaña “Ropa
Limpia”, que fue llevada a cabo por la ONG catalana Setem, en sus investigaciones
y denuncias, ponen el acento en la política de deslocalización de su producción
que llevan a cabo grandes firmas textiles y cadenas de moda españolas y de la
mayoría de países occidentales en el Tercer Mundo, como sucede en Marruecos,
con verdaderas situaciones de explotación laboral, extendiéndose también a
otros países como Rumanía, Perú, Pakistán, la India y Malasia.
En
contrapartida, existe un auge incipiente por la moda lenta o slow fashion, que
intenta no fomentar el consumo indiscriminado de ropa, surgiendo como una
respuesta de consumidores y creadores por igual, a la llamada moda rápida o fash
fashion.
Con la
filosofía de la “moda lenta” se pretende anteponer la calidad a la cantidad, donde
las prendas duren más y que los consumidores tomen conciencia de la importancia
ecológica, social y económica de la moda que consumimos. En definitiva, sostenibilidad
y respeto: respeto a quien hace la ropa y respeto a quien la usa. Así, se
propone la utilización de tintes naturales que no sean perjudiciales para la
salud, se fomenta la economía y el empleo local, potenciando un sistema de
contratación ética en condiciones laborales dignas.
Para entender más sobre esta filosofía que inspira el slow fashion , Laura Martínez de Gansos Salvajes, en su artículo ¡Qué cara es la ropa sostenible! publicado en la plataforma de moda sostenible de España , hace la siguiente reflexión:
¿Por qué la industria automovilística sube sus precios y mientas
prolifera la industria de la ropa barata? La respuesta es clara, porque crece
sobre la tierra fértil de la desvalorización de las mujeres. Las de aquí y las
de allí.
Fuentes
consultadas
-El cuerpo y la
moda: una visión sociológica. Joanne Entwistle
Comprar ropa ecológica y adquirir piezas atemporales te ayudará a reducir el consumismo. Esto, a su vez, reduce tu huella de carbono y te hará ahorrar dinero a largo plazo tienda ropa sostenible Palamós.
ResponderEliminarAcudir a una tienda vintage significa que tendrás muchas prendas que nadie más tendrá. La ropa convencional se produce en masa y, por lo tanto, no es raro que una sola pieza sea propiedad de muchas personas diferentes. Si optas por lo ecológico, aumentarás tu individualidad.