Los hombres y las mujeres somos diferentes no sólo porque tengamos un sexo
distinto, sino también, y sobre todo, porque aprendemos a ser hombres y a ser
mujeres de maneras diferentes. Ya lo dijo Simone de Beauvoir “No se nace mujer:llega una a serlo”.
La socialización de los géneros en la primera infancia comienza al nacer y
constituye un proceso de aprendizaje cultural de los papeles asignados a cada
uno según su sexo, de actitudes, deseos, conductas, y aspiraciones de cómo tienen
que comportarse y ser los niños y las niñas. Se diría que empieza en el momento
en que se elige el color de la habitación de los bebés.
Lo que no encaja dentro de estos papeles asignados a ambos sexos, son susceptibles de ser objetos de violencia
simbólica como burlas, invisibilización, desprecio, pero además también de violencia física sobre los
cuerpos. La importancia del cuerpo, de un físico trabajado, comienza a
unas edades muy tempranas como un requisito de masculinidad. Lo endeble o
enfermizo se rechaza al conectarse con lo femenino.
Niños que
manifiestan cariño, que muestran
interés en el cuidado de otros, que realizan tareas domésticas, que tienen
relaciones de respeto y amistad con las niñas, son ridiculizados por
sus familias y por sus compañeros, vistos como afeminados y no como “hombres de
verdad”.
"El régimen heterosexista es
misógino, sexista, adultista y homófobo, y enmarca a
aquellos hombres que no
cumplen los mandatos de género y a cualquier rasgo femenino como una metonimia
de las mujeres en tanto que seres inferiores ".
(Guasch y Borrillo)
Los niños aprenden
fundamentalmente por imitación, y si los roles en su casa están muy marcados, tenderán
a reproducirlos en la edad adulta. “Si los niños ven que sus padres también
son cuidadores, que sus padres también hacen las tareas del hogar, van a verlo
como algo natural”.
La casa y la escuela son, por lo tanto, espacios claves para cuestionar y
desmontar el machismo, la discriminación y la violencia, pero no hay que
olvidar el poder educativo de los medios de comunicación.
A
través de anuncios y programas se va transmitiendo información de los papeles
propios de cada sexo que los niños y niñas van asimilando de forma
inconsciente, llegándolos a integrar en sus comportamientos como algo natural. Se dice, que “lo que una
escuela enseña durante cinco horas, lo destroza en quince minutos un mal
programa de televisión”.
Muestran una versión estereotipada de lo que
significa ser un “hombre de verdad”, donde la figura que impera es la de un
hombre exitoso, competitivo y agresivo, sujeto a rígidos códigos de honor, en donde la
competencia y la violencia se hacen presentes.
La violencia ante estos “otros”
que no son
hombres verdaderos es una
forma de autoafirmarse como “machos” ante sí mismos y ante los demás . (Badinter)
Muchos niños
y hombres tienen una visión de la mujer como objeto sexual, un objeto del cual
sienten que tienen derecho de apropiarse y consumir. Los medios de comunicación
y el cine, muchas veces, favorecen esa idea de mujer objeto, desvalorizando y
descalificando a las mujeres más aún cuando los mensajes televisivos coinciden con aquello que
observan en las demás personas que les rodean.
Mensajes como
los que se dan en la película de Disney
“La sirenita”, ilustran muy bien este hecho: “Hablando mucho enfadas a los hombres, se aburren y no dejas
buen sabor, pues les causan más placer las chicas que tienen pudor,
¿No crees que estar callada es lo mejor? (...) sujeta bien la lengua y
triunfarás”.Claro ejemplo,
lo encontramos también en el film “Aladdin”, donde en uno de los diálogos, el
rey se lamenta de haber tenido una hija, porque ésta es desobediente y no
quiere casarse con quién habían acordado.
También sucede
lo mismo con los cuentos tradicionales, cuyos personajes si son masculinos
son presentados como valientes fuertes e inteligentes, así como héroes o
salvadores y sin embargo las niñas son presentadas como delicadas, miedosas,
hacendosas y obedientes, teniendo como
premio al héroe o el príncipe, llevando en ambos casos ,una carga de valores y
actitudes muy esteriotipadas. Por supuesto hay que resaltar, que las niñas desobedientes,
traviesas y contestonas siempre acaban mal.
Así, se va dando
forma a todos los valores, actitudes, jerarquías y creencias consideradas
adecuadas para los niños y para las niñas, siendo conscientes desde edades muy
tempranas de cómo deben comportarse y con qué jugar según su género.
Pero lo cierto es que no hay juguetes, ni
colores de niños o niñas. No a todos los
niños les gusta jugar al fútbol, ni a las niñas a las muñecas. Tanto los unos como
las otras aprenden jugando.
De ahí, la importancia de desarrollar una visión crítica sobre los mensajes
que se dan en los medios de comunicación y la conveniencia de educar en las aulas
en pro de una actitud crítica ante las conductas violentas de algunos chicos. En
definitiva, acciones pedagógicas orientadas a favorecer la emergencia de otras maneras
de entender y de vivir la masculinidad, otras maneras de ser y de sentirse
hombres. Educar a los chicos en la ética del cuidado de las personas, en el uso
de las palabras y del diálogo, en la expresión de los sentimientos y de los
afectos.
"Porque
los chicos también lloran. Hay chicos que en la intimidad son amables
y
afectuosos con sus amigas y novias, pero que en público, y ante la mirada de
sus colegas
de la tribu masculina, las tratan con indiferencia y altanería".
Las personas machistas no nacen, se hacen. Nadie nace sabiendo cómo
discriminar, cómo dominar, cómo agredir o violentar. Todo eso se aprende en el
camino y es allí donde entran las familias, la escuela y la sociedad en general,
educando en la oposición a cualquier tipo de violencia simbólica, psicológica y
física contra las personas, proceso obligatorio si se quiere construir una sociedad
comprometida con la equidad entre hombres y mujeres.
Fuentes consultadas:
-¿La escuela es un infierno? Violencia escolar y
construcción cultural de la masculinidad. Carlos Lomas.
- Discursos de niños varones sobre la masculinidad en
contextos escolares. Un estudio piloto. Universidad de Sevilla.
- Medios de comunicación de masas, educación informal y aprendizajes sociales.
Ángel Liceras Ruiz. Universidad de Granada.