miércoles, 6 de mayo de 2015

Lo que esconden las etiquetas que se dan a las obras literarias de las escritoras



escritoras, literatura, dramaturgas, femicrime
Muchas veces las etiquetas que se atribuyen a las creaciones literarias hechas por mujeres sirven y han servido para encasillar, discriminar o menospreciar sus obras, pretendiendo relegarlas al estatus de  segunda categoría.

El tema es, que por el mismo hecho de ser mujer, siempre se han cuestionado las creaciones culturales de las mujeres, en cualquiera de sus disciplinas. Cuando las dramaturgas del siglo XIX empiezan a escribir obras teatrales, si había talento según la crítica, se asociaba al espíritu varonil, es decir, se va a elogiar por su travestización, e incluso se llega a pensar que no son las autoras de sus obras.

“Porque lo que tradicionalmente se ha valorado de una escritora es que no se note que es una mujer”

El crítico de La Ilustración lo refleja con gran nitidez al hablar de la obra de la dramaturga Rosario de Acuña: los afectos que entretejen aquella obra «no están en esas fibras delicadas que un fino instinto de mujer, dotada de peregrino entendimiento, puede penetrar sin esfuerzo. Rosario, poeta en su drama, es poetisa en sus obras líricas». Y abundando en la diferencia, señala: «Aquel drama parecía de un hombre, estas poesías se parecen a las de todas las mujeres».

 Diferencian, pues, muy bien entre unas y otras; entre las escritoras que son poetas y las que son poetisas, término que generaliza el desprecio por las creaciones de las mujeres, adquiriendo una connotación negativa, que aún conserva.

Así lo “femenino” suele ser considerado como creación particular, intimista y esquemática, más intuitiva que razonable, más emotiva que intelectual. La inteligencia ligada siempre a lo masculino. En un libro, si un personaje está preocupada por la maternidad es femenino y particular, y si un hombre está interesado por la primera guerra mundial es masculino, es decir, universal

Como argumenta la escritora Laura Freixas a veces, las escritoras han de responder a preguntas sencillas del tipo: ¿Consideras que haces literatura de mujeres o para mujeres? o ¿Cómo influye en sus libros el hecho de ser mujer?  Curiosamente nunca se plantea si existe una escritura masculina, esto implica que el paradigma es uno, el de los escritores, y lo que las mujeres hacen se juzga y se cataloga por comparación.

Hay autoras que se ponen de moda porque su creación literaria tiene un impacto, como si de un fogonazo se tratara,  y a los medios de comunicación les interesan quizás otras cuestiones relacionadas con como visten, su vida, es decir les interesa más por el hecho de ser mujer que por su faceta de escritora; cuestión de marketing. Luego desaparecen y se sube a otra más joven y “así se simula que hay muchas escritoras que cuentan”.

Pero la realidad, es que los grandes premios literarios, están copados por escritores, con lo cual las nuevas escritoras no tienen esa herencia simbólica, ni referencias importantes de autoras, véase los contenidos de los libros de texto de literatura.

Cuando las autoras se salen de la tradición y enfrentan otros caminos no trillados, la crítica oficial y canónica suele obviarlas”

 Es lo que la poeta Noni Benegas ha llamado estar “fuera de campo”, y suele coincidir en temática con experiencias de mujeres, y por eso no debería presuponérsele una menor calidad literaria.

"Cuando un crítico afirma que una obra es de, sobre o para mujeres, o femenina, dicha afirmación implica o introduce un juicio peyorativo"

De ahí, que muchas escritoras huyan “como alma que lleva el diablo” del término “literatura femenina” , con el que se supone que se designa tanto a la escritura hecha por mujeres, como la de contenido femenino, pero relacionando casi exclusivamente a su acepción más tradicional , ya que las escritoras no se sienten cómodas cuando se les asocia a él, existiendo muchas que proponen espacios y modelos femeninos nuevos, ya que la supuesta calificación de femenina conlleva un juicio común negativo por lo que las autoras prefieren evitar tal atribución.

Según Mercedes Arriaga “La literatura femenina no es exclusiva de las escritoras ni la literatura masculina, ha sido y es practicada por muchas autoras. La literatura de “estilo femenino”, no goza del mismo prestigio que su antagonista, es algo evidente, consecuencia de una tradición social, política, religiosa y cultural que sobrevalora lo masculino e infravalora lo femenino.”

Algunas personas parten de la consideración que no existe una literatura de mujeres o de hombres, sino solo “buena” o “mala literatura”, aunque se detienen ahí, sin entrar en el quién y con qué criterios se dice lo que es bueno o malo.

escritoras, literatura, dramaturgas

Actualmente el término “femicrime”, de ascendencia escandinava y que ahora empieza a oírse en la zona sur de Europa, no se libra de la quema al venir con demasiada carga negativa, e intenta categorizar con esta etiqueta, a las “novelas negras” escritas por mujeres y que además sus personajes protagonistas son mujeres también, y según algunos críticos  con  una “actitud femenina”.

El problema aparece cuando se confunde la diferencia en los personajes, con la calidad de la novela ¿Qué su protagonista sea un personaje femenino que resuelva todo tipo de crímenes y hable desde su propia experiencia de mujer, a la novela negra se le debe llamar de otro modo? ¿Qué sus personajes estén más interesados en el factor psicológico y humano, y que hablen de forma natural de la maternidad y no de sus andaduras en clubes nocturnos bebiendo whiskies, es un subgénero inferior y para mujeres? ¿Se ve rebajada su calidad literaria?. Las escritoras piden que en ven de acuñar nuevos términos, lo que hace falta es que se de mayor visibilidad a sus obras.

Para terminar nada mejor que hacerlo con unos versos de Rosario de Acuña,  que se titula  ¡Poetisa!, el cual se incluye en su poema Ecos del alma, que ilustra perfectamente como esta preocupación por las etiquetas no es nada nueva.

¡Poetisa!
( …)Si han de ponerme nombre tan feo
todos mis versos he de romper ;
no me cuadra
tal palabra
no la quiero;
yo prefiero
que a mi acento
lleve el viento
y cual sombra
que se aleja
y no deja ni señal,
a mi canto que es mi llanto,
arrebate el vendaval.

Fuentes consultadas 

- La escritura sin género. Cecilia Urbina
- Literatura escrita por mujeres, literatura femenina y  literatura feminista en Italia. Mercedes Arriaga Flórez. Universidad de Sevilla.
- Granite Rainbow.Abril 2014. Número 27.
- Conferencia Sedas y telones: la invisibilidad de la mujer dramaturga en el siglo XIX. Concha Fernández Soto. Universidad de Almería
-La escritura de mujeres, un capital simbólico que no se hereda. Juana Acosta


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