Debido
a la alimentación y un estilo de vida inadecuado de la sociedad moderna, con un
alimentación rápida e hipercalórica y altas dosis de sedentarismo, han
aumentado los problemas de sobrepeso y obesidad. Como reacción ante esta
situación, se han construido unos valores estéticos de delgadez y de culto al
cuerpo, además de actitudes sociales de marginación a las personas con
obesidad.
Estos
valores y actitudes toman más fuerza entre las mujeres, jóvenes y de clases
altas, donde han disminuido en esta parte de la población el porcentaje de
obesidad y ha aumentado el bajo peso y los trastornos de conducta de
alimentación.
De esta
manera se hace necesario superar el dilema entre padecer obesidad o sufrir
trastornos alimenticios, por medio de una adecuada educación de buenos hábitos
alimenticios y deportivos.
Existen
por otro lado, ciertas profesiones que exigen a sus trabajadoras en su mayoría,
ciertas condiciones estéticas de peso y altura y en la que se puede considerar
que están por debajo de lo que la OMS, puede señalar como saludable. Como
ejemplo, las profesiones relacionadas con la industria de la moda, y cuyo
objeto social tiene este fin, y a las que se les exige a sus empleadas que
tengan unas determinadas medidas, prohibiendo incluso en sus establecimientos la
venta de tallas superiores a la 42 o la venta exclusivamente de tallas
inferiores a la 38. La obsesión por la delgadez de la industria de la
moda ha llegado a provocar incluso que algunas jóvenes acaben ingresadas en el
hospital debido a su desnutrición.
Llama la atención el vacío legal en relación
con la regularización de la actividad que ejercen las modelos y las actividades
que desarrollan las agencias que las representan y todas las industrias cuyo
objeto social, expongan a sus trabajadoras a ciertas condiciones físicas que
supongan un riesgo para su salud, como tener un determinado peso o talla.
Para
ciertas profesiones la apariencia física, se ha convertido en un reclamo, que
cotiza más en alza que las habilidades técnicas para realizar el trabajo. En una
interesante investigación sobre "Trastornos alimenticios y mercado de trabajo" de
Jose Luis Moreno, se afirma que existe
una relación causal entre las exigencias de ciertas profesiones y los trastornos de alimentación. Además
de las modelos, y ciertas profesionales relacionadas con la estética y del
mundo del arte, a las trabajadoras de pubs y discotecas, se les exige un cierto
físico que atraiga a la clientela, y con una cultura de la fiesta en que se
recurre a una alimentación escasa y mala, los problemas alimenticios son
acuciantes.
Las dependientas
de cadenas de moda, son reclutadas también entre gente muy joven y muy delgada,
que además de estar expuestas a largos periodos de trabajo, comen en los aseos
en pocos minutos alimentos muy calóricos, y en donde en su convenio laboral no
se reconoce un tiempo para comer sano y bien.
La pregunta que se plantea es qué puede hacerse desde el Estado para
combatir la discriminación corporal y qué alternativas morales y políticas se
nos presentan por delante.
La solución controvertida que propone
es que podemos plantear diferentes medidas. Por un lado, si se dice que es ilegítimo que el cuerpo sirva para
conseguir trabajo, se debería penalizar cualquier
forma de discriminación por la apariencia física, creando una legislación severa
al respecto.
La otra opción que plantea sería que, si se considera el
atractivo físico como requisito de ciertas profesiones, habría que distribuir
de manera democrática y de manera clara las competencias claras para cultivar
el atractivo físico. Por tanto, una salida
posible consistiría en oficializar los criterios. Así, estos dejarían de funcionar de forma caprichosa e injusta: las
candidatas a tales empleos sabrían qué hacer para lograrlos y podrían activar
un programa racional (en su cuerpo, en su apariencia) para la consecución del
trabajo En la escuela, con
una asignatura sobre la importancia del cuerpo para lograr un trabajo y cómo
cultivarlo para sacarle el mejor partido como herramienta en este sentido. En
el mundo laboral, incluyendo en los convenios colectivos que determinados
trabajos son cualificados físicamente.
Los
datos del estudio reflejan, que se debería incidir más en las relaciones
laborales que generan los trastornos de alimentación, afirmando que la extrema delgadez debe ser
considerada riesgo laboral en determinadas profesiones, y que si no se hace se
incurrirá en discriminación de género porque 9 de cada 10 personas que sufren trastornos
alimentarios son mujeres.
Por último, subrayar la
importancia de factores determinantes que predisponen y perpetúan estos
trastornos de alimentación que sufren muchas personas. Entre ellos, destacar el
papel determinante que juegan los medios
de comunicación con reiterados mensajes aludiendo a la figura de un estereotipo
de mujer irreal, la publicidad engañosa y los creadores de moda utilizando una
imagen femenina con un peso muy inferior a los límites saludables, el
desconocimiento de la población juvenil sobre este los trastornos de
alimentación, y la propagación de valores en los que la cultura del éxito está
asociada a una buena apariencia física para
triunfar en la vida.
Fuentes consultadas:
-Modelos: Riesgo, profesión y vacío legal. María Llanos
Calero
- Mercado de trabajo y trastornos alimentarios: las condiciones
morales y políticas de la resistencia. Jose Luis Moreno Pestaña. Universidad de
Cádiz