Un análisis poco riguroso de la
historia de la ciencia, llevaría a afirmar la ausencia prácticamente de las mujeres en ella. Desgraciadamente las personas que han escrito
la historia, no han sido mujeres, y ha propiciado una visión sesgada y por
tanto ellas han estado silenciadas, ignoradas y discriminadas. ¿Ha habido científicas?
Por supuesto. Las mujeres siempre han
sentido curiosidad por el conocimiento y el desarrollo científico. Este
intento de recuperación para la historia de la ciencia de figuras femeninas y
la reflexión sobre su exclusión de este ámbito, es un trabajo de denuncia imprescindible desde la propia
ciencia, y desde el ámbito de la historia, la sociología y filosofía.
La historia de las tecnólogas
tiene sus propios problemas y dificultades. Hay que tener en cuenta la
prohibición a la mujer del derecho a la propiedad, lo que provocó que muchos de
los inventos hechos por mujeres, fueran registrados con el nombre del padre o
del marido. Para algunas, la propia empresa científico-tecnológica occidental
era profundamente sexista al estar construida sobre los valores de dominación y
control típicamente masculinos. Se obvian inventos realizados por las mujeres.
¿Qué tienen en común, Teano (Cosmóloga),
Marie Lavoisier (Química), Marie Curie (Física y química), María Cunit (Astrónoma)
y Ada Lovelace (Matemática), entre otras? Pues que fueron mujeres que han sobresalido en épocas totalmente hostiles para
ello, que gozaron de unas oportunidades impensables para la mayoría de su
tiempo: hijas o esposas de científicos, de clase alta. Por esta razón, se deben
citar los condicionantes económicos, sociales y familiares de ellas para que no
se vean como casos excepcionales, y de
una genialidad inalcanzable, sino como modelos plausibles para las mujeres, y que
cuando existen contextos favorables para que ellas se desarrollen
intelectualmente y científicamente, los resultados saltan a la vista.
De hecho, algunas encontraron
vías de participación en la ciencia, a través de las cortes de los príncipes
renacentistas con trabajos intelectuales, en los talleres tradicionales donde
trabajaban con sus padres y maridos practicando la astronomía y la entomología
y en los salones y círculos científicos para mujeres, aunque nunca legitimados
por la ciencia oficial.
La ciencia que comienza a
desarrollarse desde el siglo XVII, y que perdura en amplios sectores de la comunidad
científica hoy en día, adopta la imagen de una ciencia objetiva, racional y
neutral, atributos que se les atribuyen tradicionalmente al género masculino y vinculando
lo femenino con lo subjetivo, intuitivo y racional. Pero en la ciencia no hay
nada inherentemente masculino.
La ciencia es una construcción
social y como tal no es inseparable de los procesos que se desarrollan en la
sociedad, y por tanto los paradigmas y teorías científicas dependen del
contexto histórico, social y económico, donde surgen. No está libre de los
condicionantes culturales y sociales de su tiempo. Por esta razón, los
estereotipos de género se trasladan a las investigaciones produciendo sesgos de
género en ellas.
La ciencia se ha desarrollado
históricamente como una actividad masculina
y adoptando una perspectiva androcéntrica, que hace de lo masculino la norma:
identifica lo masculino con lo humano en general y, a su vez, equipara todo lo
humano con lo masculino. Por otro lado nos encontramos el supuesto erróneo de
diferencias entre hombres y mujeres (exacerbando diferencias biológicas o naturalizando,
diferencias socialmente construidas).
El sesgo de género en medicina, ha producido bajo la presunción de
igualdad en los sexos, que se incluyan en los ensayos a hombres
mayoritariamente, extrapolando los resultados obtenidos a las mujeres y
excluyendo a las embarazadas de las investigaciones. Esta situación ha
provocado que las mujeres sufran el doble de reacciones adversas y existan importantes lagunas en el
conocimiento sobre embarazadas. También existe una falta de investigación sobre
las enfermedades que específicamente sufren las mujeres, sus causas y las formas
de prevenirlas. Tradicionalmente la salud de las féminas se ha investigado y
valorado solo vinculada a la salud reproductiva, sin tener en cuenta una
perspectiva de la salud más integral.
Desde luego, el componente cultural del
conocimiento al que contribuyen las metáforas en la ciencia es clave, no
estando libre también de prejuicios sexistas como por ejemplo, las
utilizadas en biología para explicar los procesos reproductivos.
Según Emily Martín, en las
descripciones del uso de las estructuras y funciones de los sistemas
reproductivos femeninos y masculinos, la pasividad del óvulo y la competitiva
carrera heroica de los espermatozoides, reflejan estereotipos culturales de los
comportamientos femeninos y masculinos, y tienden a legitimarlos. El óvulo se comporta de una manera “femenina” mientras
que el espermatozoide lo hace de una forma “masculina”. Se subraya la
fragilidad del óvulo a la vez que apasiona la resistencia y la velocidad de los
espermatozoides. Cierto tipo de metáforas, pueden cambiar el régimen de verdad relegando a ciertos grupos a un estatuto de
inferioridad. Eliminarlo es muy difícil y exige análisis y
prácticas muy sutiles, como pueda ser el desenmascaramiento de esas metáforas
que ayudan a mantener la configuración genéricamente sesgada de la sociedad.
Consiste en desvelar cómo operan los
estereotipos de género en la investigación, en qué medida ponen en entredicho
la excelencia científica y hasta qué punto tienen un impacto social discriminatorio.
Un enfoque sensible al género en el
contenido de las investigaciones, contribuye a una mayor calidad y validez de
éstas: si las investigaciones tienen en cuenta las diferencias entre mujeres y
hombres, en la población de la investigación, los resultados serán más
representativos. Las categorías generales como "gente", "pacientes" o
"usuarios" no hacen distinción entre hombres y mujeres.
Diversos estudios, como los
hallazgos en “Proceedings of the
National Academy of Sciences", han demostrado que tanto los hombres como las
mujeres que evalúan la calidad del trabajo de los investigadores para la
financiación, publicación o propósitos de empleo otorgan a los hombres una
calificación más alta, los considera mejores candidatos y creen que se les debe
ofrecer salarios más altos que a las mujeres, incluso cuando presentan las
mismas credenciales.
La
igualdad de género en la ciencia e investigación requiere no solo acciones para
incrementar la participación de las mujeres en los grupos de investigación,
sino también en las instituciones, reformando estructuras y barreras que
impiden una presencia equilibrada de mujeres, como en el propio conocimiento con la integración
de la dimensión de género en los propios contenidos científicos y tecnológicos.
Si las mujeres no se incluyen en
condiciones de igualdad en la ciencia y la tecnología, la visión del mundo ha
sido y será parcial.
Fuentes consultadas
-
Guía para la inclusión de la perspectiva de género en
los contenidos de la investigación. Cirem Fundación
-
Manual de género en la lnvestigación. Ministerio de Ciencia
e investigación.Europeam Commission. Research & Innovation.
-
Ciencia, Tecnología y género .Número 2.Enero-abril
2002.Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología , Sociedad e Innovación.
Marta I. González García y Eulalia Pérez Sedeño.
-
El sexo de las metáforas. Eulalia Pérez Sedeño. CSIC.
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