Patty y Selma de los Simpson |
La soltería o el no tener pareja, a lo largo de la
historia no ha tenido cabida en la cultura patriarcal que ha trasmitido a través de las tradicionales
atribuciones de género, la idea
del matrimonio y la procreación como generadores de plenitud emocional y social
a todas las personas, especialmente a las mujeres.
Ésto, ensambla perfectamente con la lógica de la maquinaria
capitalista, que se nutre de la división sexual del trabajo, ya que sin este
reparto, no existiría la tradicional familia nuclear siendo la base de la
sociedad industrializada en cuanto a la organización del trabajo y la vida.
Con la dinámica individualizadora de la sociedad y la
búsqueda de muchas mujeres hacia la
liberación de las atribuciones tradicionales de género, la salida masiva de los hogares y su
progresiva incorporación al mundo laboral, las ha dotado de independencia económica.
La postmodernidad ha traído que mujeres independientes
económicamente, heterosexuales, sin
pareja estable, posterguen, decidan renunciar a formar una familia, a la
maternidad o deciden afrontarla solas, e incluso recurriendo a técnicas de
reproducción asistida. Es un grupo heterogéneo donde entra en juego la historia de vida de cada mujer, la conciencia de
género, los recursos y las condiciones de vida con las cuales cuente cada una
de ellas, así como la condición de salud con la cual se llega a esta etapa de
vida.
Quienes han estudiado la soltería
como un fenómeno social, como Walters, Carter, Papp y Silverstein, y Barragán, coinciden en que no existe un único tipo de
soltería, por el contrario, cada mujer experimenta su propia vivencia según
su historia de vida.
Muchas la viven enorgulleciéndose
de estar en una situación de constante libertad y autonomía para poner sus
propias necesidades en primer término, tomar decisiones independientes y
disfrutar de su privacidad. También hay quien la vive como un cuestionamiento
al estilo de vida asignado, “legitima la soltería como una forma de no asumir
el legado patriarcal de la
reproducción a expensas de la explotación de la condición de la madre y de la
esposa abnegada, y reclama el derecho de las mujeres a la toma de decisiones
respecto a su involucramiento en relaciones las cuales las pongan o mantengan en
condiciones de desventaja”.
En el
caso contrario, otras la viven como una constante búsqueda de una pareja estable,
con sucesivas y fallidas relaciones, centrando todos sus esfuerzos en ésto, lo
que hace que no se centren en otros aspectos de su vida, y no conciben que la
autorrealización y la identidad personal puedan venir de otras fuentes que no
sea el encontrar la pareja ideal o la maternidad.
Estas mujeres en torno a los 40
años, de una u otra forma, comienzan a sentir la presión de género, con sentimientos
contradictorios entre valores tradicionales y modernos ,"por un lado el ansia de libertad y espacio, y por otro, el logro del
ideal del amor romántico". Pero en esta búsqueda, a su vez, se encuentran
con relaciones sociales cada vez más pobres, como han señalado Ulrich y Elisabeth Beck : “el camino directo para salir del matrimonio y la familia conduce, generalmente más
temprano que tarde, otra vez hacia ella, y al revés”.
Sin duda, el concepto de “modernidad líquida” de Zygmunt Bauman puede representar a estos estados y a esta época, ya que con su metáfora de la liquidez, da cuenta de la
transitoriedad de los vínculos humanos en una sociedad narcisista, hedonista,
con relaciones frágiles, y regida por las leyes del mercado.
El deseo y/o necesidad de
individualización y el deseo y/o necesidad de una relación compartida
constituyen una suerte de esquizofrenia que puede considerarse como la patología
postmoderna y postromántica por excelencia. Esto se resume muy fácilmente en “un contigo ni sin ti”.
La
estereotipia patriarcal, necesariamente, cala en la auto-identidad de las
mujeres. El concepto de amor en el que se educa a las mujeres desde pequeñas, es un tipo de amor como
inherente a la condición femenina e implica necesariamente entrega
incondicional, completarse a través de la media naranja y satisfacer las
necesidades del otro.
Aquellas
quienes no tienen pareja sufren de gran presión social. Se las cronometiza. Uno
de los principales mandatos no explícitos hacia las mujeres, es el de tener
pareja como requisito para sentirse personalmente realizada. Esta presión llega
a ser tan fuerte, está tan imbricada en nuestra identidad que llega a afectar,
incluso, al autoconcepto, a lo que creemos que somos, y ese miedo a la soledad,
ya que las mujeres la interiorizan como sinónimo de fracaso o desolación.
Pero según la psicoanalista Cruppi “nadie se
encuentra totalmente sola o solo, sino que atravesamos momentos de soledad.
“Hay mujeres que eligen estar solas en lo referido a formar una pareja
o construir una familia, mientras que hay otras que lo padecen”
En el camino hacia una sociedad
más igualitaria y modelos saludables de comportamiento, se necesita combatir la
presión de género que impera en la sociedad patriarcal para superar el rechazo a no aceptar que existan mujeres sin
pareja, en donde otras dimensiones como la libertad, la independencia, los
espacios en la casa, la amistad, las obligaciones en sí mismas, lejos de
vivirlo como una carga en solitario, son vividos como fuente de fortaleza y
seguridad, así como el mito de la maternidad como esencia femenina, que sigue
calando en la identidad de las mujeres.
Fuentes consultadas
-La soltería en mujeres de mediana edad. Celia
Villarreal Montoya
- Sexualidad, género, cambios de roles y nuevos
modelos de familia. Anastasia Téllez Infantes. Javier Eloy Martínez Guirao.
Universidad Miguel Hernández.
-La boletina. Año 2010. Relaciones de pareja
desde una perspectiva de género. Asociación de mujeres para la salud.
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